3 lecturas indispensables de Vicente Verdú

El periodista Vicente Verdú (Elche, España, 1942), fallecido recientemente, se especializó en temas culturales (de la arquitectura al arte), sociales (matrimonio, viajes, tabaquismo) o deportivos (fútbol).
Viecente Verdú fue un escritor polifacético, un columnista con una amplia trayectoria. También incursionó en la poesía.
Vicente Verdú, periodista y escritor de la cultura y la modernidad fue muy prolífico. Fue un amante de la arquitectura así como un pintor cuyos trabajos estuvieron presentes en la 51 edición del Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura en 2016. Sus obras se expusieron en Nueva York, Holanda y Francia.
Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de París, desempeñó los cargos de Jefe de Opinión y Jefe de Cultura en el diario español El País, donde era columnista desde 1982. Anteriormente, escribió en Cuadernos para el diálogo y en la Gaceta Ilustrada.
A Verdú se le ha definido como renacentista. Él decía que siempre le encantó “poder vivir escribiendo”, aunque tenía muchos otros talentos.
Solía decir: «Toda la creación artística se ha basado en dos pilares. Uno era llegar a conocimientos nuevos a través de la creación; y otro era la comunicación, entendida como que todo artista siempre ha querido hacer partícipe a los otros de sus obras. El artista, el pintor, el escritor, hace un suicidio de sí mismo si no muestra sus obras”.
Conozcamos 3 lecturas indispensables de Vicente Verdú.
La muerte, el amor y la menta (2018)
Es el último libro que publicó el autor. Se trata de un poemario, el segundo que escribió, el cual nació de la enfermedad del autor: delante aparece la muerte al alcance de la mano; detrás se alza la aventura de haber vivido y sin posibilidad de rescate. Una y otra visión componen la encrucijada del diagnóstico clínico. Un futuro y un pasado con los que se dialoga de manera diferente puesto que, de golpe, aparece la existencia como un compendio concluido. ¿Concluido? El entusiasmo por vivir aumenta y el miedo a morir se multiplica. En esa encrucijada está escrito este libro. Es un poemario desgarrado en el que Vicente Verdú arroja lucidez y un caudal de emociones.
A Verdú le diagnosticaron cáncer de pulmón: “los médicos dictaminan males / sobre breves pozos de llanto”. Entonces, “el entusiasmo por vivir aumenta y el miedo a morir se multiplica”. En esa particular situación está escrito su intenso testimonio donde se da cuenta de lo vivido y reflexiona sobre el momento definitivo en el que alguien ha de enfrentarse a su verdadera dignidad.
Para el autor, la poesía consuela, aunque sea “una práctica paliativa”, pero también porque permite que los pensamientos se anuden a los sentimientos, y viceversa. “La desinhibición en la escritura sólo es posible en poesía”, ha afirmado.
“Sólo se ama de verdad lo que no existe”, dice el primer verso, de un poema sin título que sirve de pórtico. El resto va jugando con las tres palabras clave: muerte, amor y menta. “Porque, efectivamente, / el amor sólo sabe turbiamente de sí / y no admite investigación alguna”. Reflexiona sobre “la vida vivida sin temor”.
Señoras y señores. Impresiones desde los 50 (1998)
Con este libro, Vicente Verdú obtuvo el XV Premio Espasa de Ensayo. Según sus palabras: «Es un libro sincero, inevitable. Me cayó encima sin llamarlo».
La obra es una reflexión personal sobre las contradicciones que implican llegar a esa edad aparentemente redonda. «Por un lado eres un veterano: llega el sosiego, te aceptas a ti mismo, tu sensibilidad se multiplica… Por el otro, el espejo enseña un señor mayor, y despistado: fuera para siempre de la juventud, la publicidad, las veinteañeras…».
Verdú cuenta de manera irónica cómo funciona ese tema de llegar a los 50 años. «Cualquier cambio de década es siempre una nueva etapa, pero el paso de los 40 a los 50 es seguramente el cambio más trascendente. Ya eres un señor sin remisión posible: antes podías ser un hombre de cuarenta y tantos, ahora eres un señor de cincuenta y… A los hombres les empieza a sentar bien el chaqué, a las mujeres sólo las ven como madrinas de boda…»
El libro trata sobre la frivolidad práctica, a la rutina, y temas como la muerte, la paternidad o el amor. «Todo empieza en la consternación de la noche del 50 cumpleaños, luego llega el despiste de no saber cómo vestirte, de observar que ya no tienes modelos que tomar de la publicidad. Y de ahí viene la tremenda constatación: la pérdida de tu capacidad de seducción. Eres un tipo formal, serio, contenido, y se supone que no puedes hacer ciertas cosas, que hay cosas que tienes prohibidas, la primera tomar la iniciativa en el galanteo con las veinteañeras».
“Señoras y señores que frisáis los cincuenta, los que no os reconocéis en el espejo, los que habéis llegado tarde a la informática, los cada vez más reacios a salir de noche, los que sois ignorados por toda publicidad que no sea de seguros o planes de pensiones, por fin un libro sólo para vosotros (perdón, para ustedes)- señala el escritor.
Empezando desde el exterior, Verdú se ocupa primero de los cambios que tienen que ver con el cuerpo: la nueva preocupación por la salud, la ropa, la cara… Aquí las palabras claves serían cuidar, arropar, tapar más que exhibir. Un paso más y llegamos al espíritu. Tras una etapa de lucha y ambiciones, hay una mayor conciencia de los límites: se aprende a esperar, a dejar hacer al tiempo, crece una espontánea inclinación a no pelear y se descubre el valor del silencio. Aceptar sería aquí el verbo clave.
Las relaciones con los demás -amigos, mujeres, posibles cortejos- son tratadas en la tercera parte del libro. Verdú dedica más atención a la casi obligada retirada del mercado de la seducción que a la del mercado laboral. Además se ocupa más de las relaciones con mujeres en general que del trato con la propia mujer en particular.
La cuarta y última parte sería la del individuo «conformado», hecho a su suerte: se descubre el límite potencial de la vida y la extrema dificultad para rectificar su argumento. “Desde la altura de los cincuenta, ahora que unos hemos dejado de fumar y otras de luchar contra la celulitis, una vez comprobado que esta vida puede prescindir de nosotros, lo maduro es preguntarse dónde quiere pasar uno la próxima eternidad y qué gimnasia hay que hacer para prepararse”.
El planeta americano de Vicente Verdú (1996)
A lo largo del siglo XX se han creado muchos mitos, pero hay uno que se alza sobre los demás: Estados Unidos, que si esto o aquello, el cine, los automóviles, la música, los westerns, los multimillonarios, los rascacielos, Calvin Klein o la NBA.
La totalidad norteamericana se importa como un lote completo. No sólo los modos de vida sino el contenido de la vida; no sólo la manera de divertirse sino la diversión; no sólo un estribillo sino una lengua; no sólo una receta sino la comida; todo, en fin, el espíritu familiar, las formas de comprar, las formas de amar, de vestir y de cenar, los planes de estudios y de jubilación y hasta las sectas, es de naturaleza americana.
Este libro fue escrito con el propósito de mostrar cómo los contenidos sociales, políticos o económicos que se están expandiendo, son coherentes con los ideales fundacionales de ese país y su idiosincrasia peculiar, pero no por ello tienen que ser ampliamente aceptados. Ni siquiera por una buena parte de sus propios habitantes. Ahora que el mundo parece desarmado de ideologías, reaparece una idea fuerte en nombre de la libertad, la calidad de la vida humana y el bienestar de la cultura: no rendirse a la fatalidad de un planeta americano.
Con esta obra, el escritor obtuvo el 24º Premio Anagrama de Ensayo. Es un análisis de la sociedad estadounidense y de la nueva hegemonía de este país en el mundo ante la falta de competencia ideológica. Verdú vivió entre 1984 y 1985 en los Estados Unidos. En ese entonces, manifestó no haber entendido la sociedad de ese país. “Me faltaban muchas lecturas»- explicó.
«El libro es el producto de un arrebato de fuerzas, de la necesidad de contar aquello que se ha visto y que tiene el valor de acontecimiento en la vida de uno», dijo el autor, quien describió la obra como un reportaje de ideas en el que se narran los modos de vida, las relaciones sociales, las formas de pensar y especialmente los factores que mueven el subconsciente de los americanos, en el que, según él, «Dios es una fuerza de pulsión».
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