Claudia Piñerio Mujer, Escritora y Bestseller

QueLeer.- Claudia Piñeiro nació en Burzaco, provincia de Buenos Aires en 1960. En 1983 se graduó de Contadora Pública, profesión que ejerció hasta que decidió darle un parado a la rutina que le producían las auditorías.

 “En 1991, estaba trabajando de gerente administrativa en una empresa que tenía una sucursal en San Pablo. Tenía que viajar para hacer la auditoría de los tornillos con los que se hacían unos compresores de aire; una cosa tremendamente aburrida. Yo iba en el avión, supongo que iba llorando, y leo en un recuadro muy chiquito en el diario el llamado a concurso de La sonrisa vertical, el certamen de la editorial Tusquets. Yo ni siquiera sabía que se trataba de un concurso de literatura erótica. Lo único que pensé fue: “vuelvo y me pido vacaciones y escribo una novela para esto, porque si no, yo me voy a quebrar”. La novela se llamaba “El secreto de las rubias” y quedó entre las diez finalistas, aunque luego no se publicó. Me di cuenta de que escribir era algo demasiado fuerte y, aunque siempre escribí, ya no podía postergarlo. Apareció como un salvavidas que me tiraron en ese momento“- entrevista publicada en la revista Ñ, diario Clarín en 2005.

Después de esta experiencia, las auditorías sólo quedaron para las cuentas del hogar y Claudia pasó a ser una reconocida escritora fuera y dentro de la Argentina con infinidad de reconocimientos y oportunidades para expresar ideas y sentimientos a través de la palabra en narrativa y como guionista de cine, televisión y teatro.

Su frase favorita sobre libros es de Franz Kafka: Un libro tiene que ser un hacha que rompa el mar de hielo que llevamos dentro; y su más reciente publicación “Una suerte pequeña” (Alfaguara, 2015) logra eso en sus lectores porque es uno de sus textos más intimista y emotivo.

¿Qué es lo que más disfruta de la etapa de la promoción?

Uno de los encuentros que más disfruto es un evento que hacen varias editoriales por aquí y se llama “desayuno con los libreros”. La editorial invita a una gran cantidad de libreros que en el marco de un desayuno de trabajo se enteran de las novedades editoriales. En esos eventos invitan a uno de los autores a conversar con ellos. Esa reunión suele ser muy agradable e interesante porque los buenos libreros son en definitiva los grandes promotores de la lectura.

¿En qué momento del proceso creativo se encuentra? ¿Qué está escribiendo?

En el momento que llamo “del amasijo”. Tengo una bola de palabras, imágenes, personajes, que sé que serán parte de mi nueva novela, pero aún no le encuentro la forma. Entonces, voy escribiendo para que esa forma aparezca, para que el amasijo deje de ser un amasijo. Pero sé que mucho de lo que escribo ahora será reescrito e incluso tirado a la basura.

¿Cómo se conecta con el lector?

Primero que nada, a través de mis libros. No sé quién es mi lector, no pienso en alguien de determinada edad, lugar donde vive, si es hombre o mujer, a qué se dedica. Yo no sé quién es ese que detrás del papel decodifica en su cabeza lo que escribo. Pero sí sé que hay alguien allí y escribo para él, no para mí. Considero que la literatura es también un acto de comunicación y que, como dijo Sartre, si no estuviera el lector lo que escribimos no serían más que manchas negras en un papel blanco. Luego de esa comunicación primaria viene la otra, más de estos tiempos, la del encuentro real con el lector que hasta hace unos años sólo se daba en las ferias del libro, las conferencias, y que hoy se da en forma más instantábea a través de las redes sociales. Yo uso mucho las redes sociales para comunicarme con los lectores. Hoy alguien termina de leer un libro donde sea que esté e inmediatamanete puede escribirle al autor por Fb o TW sus impresiones (si es que el autor está en las redes, claro). Recibo muchos mensajes a diario, desde opiniones sobre alguna de las novelas, hasta fotos de el lugar donde el lector está leyendo determinado libro, o también fotos de librerías del mundo donde descubrieron alguno de mis libros. Eso es muy lindo, que alguien se sorprenda y se alegre al descubrir un libro mio perdido en algún sitio y además se tome el trabajo de sacarle una foto para mandármela.

Para un nuevo lector, ¿por dónde recomienda comenzar a leer a Claudia?

Depende el lector. Una vez alguien me escribió y me preguntó qué libro podía regalarle a su tía en el cumpleaños. Le respondí “contame cómo es tu tía, hay muchas clases de tías”. Bueno, algo así. De todos modos, para una lectura sencilla y con humor es mejor empezar por “Tuya”. Para policial ad hoc, pero policial al fin, “Betibu” o “Las grietas de Jara”. Para vínculos familiares: “Una suerte pequeña”, “Elena sabe” o “Un comunista en calzoncillos”. Y me quedó afuera el clásico: “Las viudas de los jueves”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Para quién es más fácil escribir, para jóvenes o adultos?

No siento mucha diferencia, tal vez porque trato al lector joven con la misma seriedad que al adulto. Sé que el joven es tanto o más exigente. Pero que también me permite más libertad para algunos giros poéticos o imaginativos que el lector adulto acostumbrado a lo que he escrito hasta ahora no me permitiría.

¿Cuál es tu tema favorito para escribir?

La verdad es que no pieso en temas sino después que la novela está escrita. Mis novelas siempre aparecen con escenas, personajes e imágenes que veo y busco las palabras para contarlas. Muy a posteriori me doy cuenta cuál es la idea que estaba detrás. A posteriori de la escritura, como dice Tabucchi en “Autobiografias ajenas”, es cuando uno recién elucubra sobre qué escribió. En mi caso los temas que más aparecen son la muerte, el encierro, las apariencias, los vínculos familiares.

En la continua discusión sobre el libro de papel o digital ¿qué posición tiene?

Papel. Soy muy tecnológica y uso medios digitales para lo que sea pero a la hora de leer no me acostumbro. Hay una relación física con el libro en papel que me resulta parte del placer de la lectura.

¿Cómo se fomenta la lectura?

Trasmitiendo con pasión nuestras propias lecturas. No pontificando acerca de lo bueno que es leer mientras agitamos un dedo en el aire, usando frases hechas como quien dice “comer sano hace bien”, “hacer deporte es bueno para la salud”. Sí , en cambio, con un discurso veraz, sincero, compartiendo y entusiasmando desde el placer que nos produjo leer una historia, contada de una forma particular, con palabras elegidas con precisión. Hay que tener en cuenta que no es obligatorio leer, el que no quiere leer, que no lea. La pena es lo que se pierde.

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