Eduardo Sánchez Rugeles: aprendimos nuevas formas de consumo cultural

Eduardo Sánchez Rugeles

Eduardo Sánchez Rugeles (Caracas, 1977) con El Síndrome de Lisboa muestra cuánto le duele Venezuela. Este libro representa su firme compromiso con la juventud que protagonizó las protestas de 2017.

Desde Madrid, en plena pandemia, cuenta a QuéLeer cuáles son las distintas modalidades de interacción con el público para la promoción y la realización de una película basada en esta novela. Lo que vivimos, a su juicio, ha sido un aprendizaje que nos recuerda la “fugacidad de las cosas”.

El síndrome de Lisboa, de Eduardo Sánchez Rugeles

El Síndrome de Lisboa diera la impresión de ser una novela distópica que luego se vuelve hiperrealista y centrada en su totalidad en el contexto venezolano. ¿Por qué el nombre?

Efectivamente, la distopía es un artificio, un gancho con el que intentar captar el interés del lector. La novela transcurre en Caracas; en una Caracas aturdida e impresionada por la tragedia que ocurrió al otro lado del mundo. Lisboa fue destruida por un cataclismo.

El síndrome de Lisboa, dirá Jeancarlo (uno de los personajes principales) es la sensación de que, en cualquier momento, el mundo puede terminar, de que no vale la pena actuar porque el destino de los asuntos humanos no depende de nosotros. La elección de Lisboa pasa por mi afición entusiasta a la literatura portuguesa, encontré ecos de fenómenos naturales traumáticos en autores como Pessoa, Saramago, Carlos de Oliveira y José Luis Peixoto, entre otros, y me pareció atractivo jugar con ese imaginario.

Hay cierto pesimismo en los personajes desde los estudiantes de teatro hasta Tati, la esposa de Fernando, el mensaje prácticamente señala que emigrar es la solución porque no hay nada que hacer. ¿Cuál es tu visión sobre la juventud y sus posibilidades en la Venezuela actual?

Discrepo. Fernando es un luchador nato; desmoralizado, exhausto, vencido en apariencia, pero no cesa en su trabajo como docente, en su necesidad de mantener en alto el espíritu de supervivencia de los chicos. En el grupo hay distintas visiones de la realidad. Una de las muchachas, Mimi, habla de la posibilidad de migrar, pero lo dice sin mucha convicción. Puede que Moreira sea el personaje menos oscuro (y pesimista) con el que haya trabajado alguna vez. La única que quiere migrar y lucha por ello es Tati, pero es una voz en medio de un conjunto de voluntades que tienen intereses diversos.

No hay un mensaje ni una moraleja en El síndrome de Lisboa; estos personajes cuentan sus experiencias; el lector juzgará o no. La juventud venezolana contemporánea, en gran medida, es heróica. No estoy siendo populista ni patriotero. La manera como los estudiantes confrontaron al régimen de Nicolás Maduro en 2014 y en 2017 es un visceral ejemplo de resistencia. El escenario es complejo, muy cuesta arriba pero, como dice uno de los personajes del libro, tengo la impresión de que las nuevas generaciones han sido sometidas a un forzoso y desgarrador aprendizaje de la ciudadanía. La juventud sigue en pie, a pesar de todo.

En la novela hay un discurso crítico que condena la represión y el autoritarismo en Venezuela, ¿Cuál crees que es tu aporte como escritor a la solución del conflicto en el país?

El aporte es mínimo. La resolución del conflicto, a mi pesar, no está en manos de los creadores, literatos, músicos, dramaturgos o cineastas. En mi caso, solo procuro ofrecer una lectura crítica de la tragedia del chavismo (o el postchavismo). El artista comparte una mirada, un punto de vista, muestra una faceta de realidad, una interpretación de los hechos.

 El artista, además, es contestario por naturaleza, rebelde e inconforme; creo que aquellos que ejercemos el oficio de las letras en Venezuela tenemos la responsabilidad (o el compromiso) de utilizar nuestras herramientas para confrontar este modelo político degenerativo y perverso. En Venezuela, pensar, imaginar y crear es per se un ejercicio de denuncia.

¿Qué tienes en común con el protagonista, el profesor Fernando Morales?

Compartimos oficio: la docencia en Educación Media, aunque solo trabajé 4 años. Fernando le dedicó su vida a la educación. Egresó del Instituto Pedagógico y tiene 20 años dando clases. Fernando es un soñador, vencido pero romántico. Puede que también tengamos ese punto de encuentro.

¿Por qué el amor es un sentimiento inalcanzable y que duele tanto en personajes como Fernando, Tati, Moreira y Agustina?

Moreira logra amar y lo disfruta, no es inalcanzable para él. Agustina, después de una serie de circunstancias adversas, también encuentra la paz afectiva. La relación de Fernando y Tati es más accidentada, pero no porque el amor sea inalcanzable; creo que lo encuentran, pero después se les desarma en las manos. Ella se lo dice: “A nuestro amor lo mató este país, no tú”.

¿Es Bello Monte, un micro mundo que se puede extrapolar a todo el país? En parte por los inmigrantes que se han integrado a la sociedad con solidaridad y responsabilidad?

Desde hace tiempo, quería hacer una novela en Bello Monte. Me gusta mucho esa locación. Mi adolescencia transcurrió en Bello Monte. Hice Liubliana en Santa Mónica porque fue el lugar en el que nací, pero gran parte de mi vida juvenil ocurrió entre las avenidas Miguel Ángel y Beethoven. Estudié en el colegio Promesas Patrias, otra locación de la novela.

Sí, hay un pequeño micromundo que se describe en esa urbanización por la que siento un inmenso afecto, hay vida de barrio, de ciudad, de tránsito cotidiano. La presencia del inmigrante en Venezuela también me interesa. En otras novelas, hablaba del venezolano que migraba, pero en esta me interesó abordar la figura del extranjero que llegó a Venezuela e hizo su vida ahí, con sacrificio y esfuerzo.

En tu novela planteas la angustia por la ausencia total de internet ¿Cuáles son a tu juicio las consecuencias de la dependencia de la tecnología y la tecnología como forma de manipulación?

El cataclismo, por unos días, hace colapsar las comunicaciones, lo que genera un gran nivel de ansiedad en muchas personas. Estamos socializados en las redes, habituados a las redes. En ocasiones, con crisis de dependencia. Creo que su potencial desaparición es un fenómeno interesante al que me acerqué a través de algunos personajes.

El caso venezolano es perverso porque el gobierno tiene el control casi absoluto de los medios de comunicación y las redes sociales se han convertido en una de las pocas ventanas a las que el ciudadano común puede tener acceso; por lo tanto, en un escenario de trauma tecnológico esa situación puede generar mucha zozobra.

Tu novela es un homenaje a esos grandes escritores portugueses que tanto valoran  Moreira y su esposa Agustina. ¿Cómo defines la universalidad de esos autores inmortales? ¿A quiénes lees más?

Me fascina la literatura portuguesa, a la que me acerqué por curiosidad. Algunos autores ya forman parte de los clásicos de la humanidad. Pienso en Eça de Queiroz, por ejemplo. Autores más contemporáneos como Saramago o Lobo Antunes también son esenciales. Algunas novelas que me gustaron mucho, quizás con fama más discreta en español, fueron La sibila de Agustina Bessa-Luís y Señales de fuego de Jorge de Sena.

La universalidad está en la calidad de la obra, en el trabajo con la imaginación literaria y la memoria. Muchas de esas obras se han traducido al español, por fortuna. Las recomiendo con entusiasmo.

Eduardo Sánchez Rugeles, has comentado que no eras muy proclive a los ebook pero tu libro se consigue en ese formato  por Amazon. Cuéntanos tu experiencia.

Estoy acostumbrado al papel, crecí con el papel y el cambio de paradigma, en su momento, me resultó forzado. Además, soy muy fetichista. Me fascina el libro “objeto”; pero durante la pandemia me di cuenta de que los hábitos lectores han cambiado, de que el número de personas que lee en formato electrónico es cada día más elevado y que las nuevas generaciones están siendo socializadas en este tipo de práctica cultural. Me pareció interesante tocar esa puerta. Amazon, por otro lado, da la opción de apostar por el formato en papel.

Los lectores tradicionales pueden adquirir la edición física. Decidí publicar con Amazon por los tiempos de espera de las editoriales tradicionales. Antes de la pandemia,  El síndrome de Lisboa hacía colas en editoriales, agencias y concursos, a la espera de una resolución favorable en no sé cuántos meses, años, las cartas de rechazo o incertidumbre se acumulaban. Desde hace tiempo estoy trabajando en otros asuntos, literarios y cinematográficos. Durante la pandemia, Michelangeli me dijo que hiciéramos la película, que gerenciáramos la publicación y tentaramos al público con una oferta novedosa. Estamos recorriendo ese camino.

Actualmente Eduardo Sánchez Rugeles vives en España, ¿Qué es lo que más extrañas de Venezuela?

Lugares, personas, atmósferas. Lugares que no sé si existen, personas que se han ido otro lugar, algunas han fallecido y gente querida que permanece en pie. Atmósferas que, sin duda, son diferentes a las que recuerdo. Han pasado 13 años.

¿Cómo va el ambicioso proyecto de llevar El Síndrome de Lisboa al cine sobre todo en estos tiempos de confinamiento?

La colaboración con Rodrigo Michelangeli está en una fase primaria. Las ideas de hacer el libro con Amazon y anunciar la realización de la película van de la mano. Todo forma parte de un proyecto macro en el que también involucramos redes sociales y distintas modalidades de interacción con el público.

Nuestra idea primeriza es la de ir contando o compartiendo con el lector/espectador, por distintos Live o Podcast, cómo se hace una adaptación cinematográfica, desde la escritura de guion hasta la obtención de fondos y ayudas de desarrollo. Creemos que es una vía interesante.

 El confinamiento, a mi juicio, aceleró el proceso de transformación de consumo cultural. El ocio buscó nuevas formas y, de alguna manera, nosotros apostamos por esa búsqueda.

¿Qué enseñanza nos ha dejado la pandemia?

Por una parte, la fragilidad de las certidumbres; la conciencia de que, en cualquier momento, el mundo conocido puede cambiar y disgregarse. Para muchas personas, ha sido una experiencia trágica, dolorosa, horrible. La pandemia ha sido un reencuentro con la Muerte (ese personaje de guadaña, con una capa negra, como el espectro del “Séptimo sello” de Bergman).

El Covid-19 ha sido un duro recordatorio de la fugacidad de las cosas. Hay aprendizajes colaterales, como las nuevas formas de apreciación y consumo cultural, pero al lado de la situación dramática que han vivido muchas personas no deja de ser una frivolidad; encantadora, pero frivolidad al fin.

Has comentado lo adelantado que va tu próximo proyecto. ¿Qué nos puedes contar?

Sí, feliz con él. Bastante avanzado. Musical. Multimedia. Me encuentro en pleno proceso de escritura, con una pausa logística para atender las labores promocionales de El síndrome de Lisboa. De manera discreta, en El síndrome y en mis redes he sembrado algunos easter eggs.


Reseña “El síndrome de Lisboa” de Eduardo Sánchez Rugeles

Eduardo Sánchez Rugeles (Caracas, 1977). Ha publicado las novelas Blue Label/Etiqueta azul, Transilvania unplugged, Liubliana, Jezabel, Julián y El síndrome de Lisboa. Ganador del premio Iberoamericano de novela Arturo Uslar Pietri; Primer Lugar del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario, Sor Juana Inés de la Cruz en México y Premio de la Crítica de Venezuela. Licenciado en Filosofía y Letras (Universidad Central de Venezuela/Universidad Católica Andrés Bello).

Magíster en Estudios literarios y Estudios Latinoamericanos (Universidad Complutense/Universidad Autónoma de Madrid). Coguionista de los filmes Dirección opuesta (Bellame, 2020), Jezabel (Jabes, 2020) y Las consecuencias (Pinto, 2020).

 

Patricia Chung

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