«El arte de contar historias es muy democrático». Andrés Montero

andrés montero

Ganador del X Premio Iberoamericano de Novela  Elena Poniatowska, Andrés Montero. El escritor chileno le comentó a QUÉ LEER que los concursos han sido una forma de abrirle camino pero en ningún caso son el único medio para encontrarse con los lectores.

Creo que a veces es posible encontrar en las editoriales independientes la mejor literatura actual.

El escritor chileno le comentó a QUÉ LEER que los concursos han sido una forma de abrirle camino pero en ningún caso son el único medio para encontrarse con los lectores. Su novela ganadora Tony Ninguno cuenta la historia de un niño autista que sufre discriminación y comenzará a vivir una realidad paralela. Andrés es un defensor del patrimonio cultural y maneja el arte de contar historias. Cree que hay que formar lectores libres.

¿Qué opinión te merece el haber recibido el  X Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska?

Es uno de los premios de novela más importantes a nivel iberoamericano. Prueba de eso son los ganadores anteriores, como “Muerte súbita” de Alvaro Enrigue que, en lo personal, me pareció una joya. Reconozco que todavía me cuesta un poco creer que mi novela pueda estar a la altura de esos libros, pero me tomo este reconocimiento como un estímulo para seguir escribiendo.

Cuéntanos sobre tu novela ganadora Tony Ninguno. ¿Por qué ese nombre? ¿De qué trata?

En Chile, todos los payasos se llaman “Tony”: Tony Cuchara, Tony Cigarrito, etcétera. En esta novela, un niño es abandonado en un circo junto a dos tomos de “Las mil y una noches”. Es un niño raro, un poco autista, y es menospreciado por no ser de familia circense. Entonces lo bautizan cruelmente como “Tony Ninguno”, como una forma de menospreciarlo. En realidad tiene otro nombre, Sahriyar, que es el nombre del rey de “Las mil y una noches”, el rey que asesinaba mujeres y al que Sherezade la cuenta las historias. Algunos años después, una niña del circo – que es la voz de la novela – comienza a contar los cuentos de “Las mil y una noches” como un número,  y este niño sin historia y sin sangre comienza a creer que él es el rey Sahriyar (no que es un alcance de nombre). Entonces comienza a vivir en una realidad paralela. Se empieza a volver loco. Y bueno, lo siguiente ya hay que leerlo.

¿Cuál es la relevancia de los premios literarios para promover a los escritores en Latinoamérica?

Pienso que es relativa. A mí me han ayudado mucho porque soy autodidacta y no fui a la universidad, entonces prácticamente no tengo contactos en el mundo de la literatura. Los concursos han sido una forma de abrirme camino. Pero en ningún caso son el único medio para encontrarse con los lectores. Creo que a la masa de lectores los premios les importan bastante poco, o simplemente no están enterados de que existen.

¿Por qué es importante el  rescate y la valoración del patrimonio cultural inmaterial?

Nuestro patrimonio es parte de lo que somos como pueblo, como sociedad y como individuos. Yo sé quién soy por las historias que me han contado, es una forma de situarse en el mundo. Si el patrimonio se olvida, estamos en peores condiciones de enfrentarnos a nosotros mismos en un mundo demasiado rápido, que reflexiona poco. En Chile tenemos una tradición increíble de refranes, adivinanzas, canciones, leyendas, y por supuesto muy destacados cultores. Eso no se puede dejar de lado. Nuestros payadores son capaces de improvisar una décima (poema de diez versos octosílabos, con una rima particular). ¡Improvisarla! Y a mí nunca me hablaron de eso en el colegio. Me dijeron que Chile era un país de poetas y mencionaron a Neruda y a Huidobro, pero no me dijeron que en los campos se improvisaban décimas. Eso no puede ser. Por eso hay que valorar el patrimonio cultural, porque es relevante. No por pura nostalgia.

Háblanos de los talleres de narración oral que realizas

Soy co-director de la Escuela de Literatura y Oralidad “Casa Contada”, con sede en Santiago de Chile. Dictamos y coordinamos talleres de escritura creativa, autobiográfica, poesía popular, literatura infantil, entre otros. Dentro de estos talleres, está el de Narración Oral. En el nivel inicial, los alumnos aprenden el arte de contar cuentos en la escena, y finalizan con una presentación abierta al público. Cada uno puede contar lo que quiera, ya sea un autor como Rulfo, García Márquez o Allan Poe, o también leyendas, cuentos populares, historias de la familia. Es una experiencia muy bonita. Los que se entusiasman luego pueden seguir tomando talleres de profundización. Además tenemos un espacio llamado “La Rueda de los Cuentos”, donde tenemos funciones para adultos dos veces al mes, con gran éxito de público. Hemos tenido narradores de Argentina, Colombia, Cuba, España… además, por supuesto, de los narradores locales.

Fundaste en Chile, la Compañía La Matrioska que se dedica al arte de contar, difundir y rescatar historias. Cuéntanos esta experiencia maravillosa.

El año 2011 conocí a Nicole Castillo en un encuentro de cuentacuentos en Valparaíso. Juntos fundamos La Matrioska. Nos dedicamos a contar cuentos para niños, jóvenes y adultos, ya sea en colegios, bares, restoranes, etc. Es lo que más nos gusta hacer y lo que nos permite ganarnos la vida. Además nos ha permitido viajar a muchos países, tener amigos de todos lados y escuchar miles de historias. Hoy estamos contando un poco menos y más dedicados a la Escuela Casa Contada, y en mi caso, a la literatura.

¿Por qué son importantes los cuentacuentos?

El arte de contar historias es muy democrático, porque le puede interesar a todo el mundo. Hay gente a la que no le gusta leer, o que no sabe leer, o que no tiene libros cerca… Pero las historias sí las tenemos cerca. Un cuentacuentos es el que se acerca al depósito universal de la sabiduría, toma un hilito, y lo comparte. Es importante que no se vea solamente como fomento a la lectura – que lo es -, sino sobre todo como un fomento al desarrollo de la imaginación. Por lo mismo, siempre prefiero los narradores que no ocupan nada más que la palabra para contar. Es decir, sin disfraces, ni objetos, nada. Así se fomenta realmente la imaginación de quien escucha. En lengua nahualt, cuentacuentos se dice “tlaquetzqui”, que significa “aquel que al hablar hace ponerse de pie las cosas”. Yo me identifico con esa forma de ver la narración oral.

¿Cuáles son las historias favoritas que prefieres narrar como cuentacuentos?

Me gustan mucho las leyendas y las historias campesinas. Siempre trato de juntar el humor y el suspenso en mis historias. Nicole es más “ensoñadora”, como una encantadora de palabras. La mezcla de los dos le gusta mucho al público.

Tu paso de los cuentos cortos a la novela, fue fácil?

Yo venía escribiendo cuentos desde los diecisiete años, más o menos. Pero ya a los 20 escribí mi primera novela. Un mamotreto de 500 páginas sobre un estudiante que sobrevivía al golpe de Estado de 1973. Nadie me la quiso publicar, por supuesto, pero me sirvió mucho para aprender el arte de la novela. Hoy me siento como escritor mucho más cómodo con la novela que con el cuento.

¿Cómo incentivar a los niños, jóvenes y adultos a que lean más?

Para empezar, evitando que se sientan obligados a hacerlo. Y luego, animándolos a ser lectores libres, que puedan dejar un libro a la mitad, que puedan decir tranquilos que algún autor clásico los aburrió soberanamente. Algo bastante efectivo, aunque venga de cerca, es la oralidad. A todos les gusta escuchar cuentos. Luego, podrán buscarlos en los libros impresos.

¿Cuáles son tus autores favoritos?

Van cambiando por épocas. Este año, por ejemplo, leí a Javier Cercas y me gustó muchísimo. También a Marlon James. El año pasado, el gran descubrimiento fue Mario Levrero, y el dominicano Junot Díaz. Poco antes, el argentino Abelardo Castillo. Pero si tuviera que pensar en autores que me han acompañado más tiempo, tendría que mencionar a Juan Rulfo, a Julio Cortázar, a García Márquez y a los chilenos Manuel Rojas y Roberto Bolaño.

¿Cómo ves el panorama literario latinoamericano?

Me parece muy interesante lo que está sucediendo en muchos países con las editoriales independientes. Creo que a veces es posible encontrar ahí la mejor literatura actual. Surge como una respuesta al monopolio de las grandes editoriales, y en Chile al menos están trabajando muy bien. Me parece que enriquecen mucho al panorama actual, que ya está lleno de voces más consagradas que vuelven a decir que la literatura en Latinoamérica es mucho más que el boom del siglo XX.

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