¿Eres bibliófilo? ¿Practicas tsundoku?

¿Eres bibliófilo? ¿Practicas tsundoku?. La Bibliofilia es el término para definir a las personas amantes de los libros, de su coleccionismo, a los expertos en encontrar las primeras ediciones de una obra, de conocer al detalle cada libro y saber cuál tiene más valor. Mientras que el Tsundoku se refiere más a una acumulación de libros que no leerás nunca. Comprar sin parar.
Bibliófilo o Tsundoku
Entre los dos términos existen semejanzas, ambos se refieren a la adquisición de libros, psicológicamente es una especie de conducta compulsiva. Hoy es día de comprar libros y mañana… también.
Sin embargo, la diferencia estriba en que un bibliófilo tiene un conocimiento detallado del ejemplar que va a adquirir, existe un valor real de ese libro que lo hace coleccionable, en la práctica del tsundoku solo priva la idea de que lo voy a comprar porque algún día lo voy a leer. Y eso es probable que nunca pase.
Disfrutar husmeando en bibliotecas y librerías, es un auténtico placer: terminar acumulando libros apilados o en las estanterías. El término japonés: tsundoku ya se conoce mundialmente.
El tsundoku se puede traducir popularmente como “bibliomanía”. Este concepto describe la sensación de tener un hogar con libros apilados por el simple placer de verlos. La palabra viene de los términos de la jerga popular japonesa tsunde-oku, que quiere decir apilar cosas para luego y marcharse, y dokusho, que significa leer libros.
Es quejarse constantemente de no tener tiempo para leer todo lo pendiente… pero, en la siguiente salida de casa, se compran un par de libros más.
Tsundoku: el placer de acumular libros
Estudiando la bibliofilia
Uno de los primeros escritores que inició sus propios estudios sobre la bibliofilia fue Charles Nodier, quien en 1835 hizo una clasificación entre cuatro especies de individuos diferentes: el bibliófilo, el bibliofobo, el librero de viejo y el bibliómano.
Según él, la diferencia entre el bibliófilo y el bibliómano reside en que el bibliófilo ama el libro como se ama el retrato de una amante, en el sentido de acercarse al autor por medio del objeto. Mientras el bibliófilo sabe escoger los libros, el bibliómano, en cambio, los amontona.
Psicología de bibliófilo
Según los propios coleccionistas, es posible establecer una distinción básica entre los bibliófilos: aquellos para quienes sus bibliotecas de consulta permanente constituyen un instrumento de trabajo y los otros que se limitan a disfrutar del goce estético que depara la cercanía con los libros por su belleza, antigüedad o rareza.
La compulsión puede ser tan fuerte como el hábito de fumar o de beber. Unos llevados por el exclusivo placer de la lectura, otros por el ejercicio de encontrar ediciones primigenias y otros quizá por el solo deleite estético de contemplar las ediciones en una biblioteca.
Los bibliómanos manifiestan una veneración hacia los libros que los ha obligado a considerarlos objeto de culto, aunque muchos de ellos nunca serán leídos. En más de una ocasión Jorge Luis Borges, uno de los adoradores más intensos de la biblioteca, afirmó que el placer estribaba en la sensación de eternidad que se respiraba en sus recintos, una sensación de totalidad con el conocimiento absoluto y, por lo tanto, tan impenetrable como el propio sentido de la existencia.
Incluso él mismo, en una de sus últimas conferencias en Buenos Aires, confesó que la pasión que sentía por Las mil y una noches, uno de sus libros de cabecera, nacía de la impresión que le causaba no haberlo podido leer en su totalidad.
¿Eres bibliófilo? ¿Practicas tsundoku?
Bibliófilos famosos
El actor Johnny Depp tiene unos gustos claros, caros, a la vez que bien definidos. Es fanático de las primeras ediciones. Tiene muchas. De T.S. Elliot, de Rimbaud, Las flores del mal de Baudelaire. Las preferencias de Depp también incluyen al poeta galés Dylan Thomas o al maestro del terror, Edgar Allan Poe, de quien posee una primera edición de Cuentos de misterio e imaginación. Su escritor favorito es Jack Kerouac, autor de En el camino. Tanto impresionó al actor que posee una colección con manuscritos, primeras ediciones y máquinas de escribir propiedad de su ídolo.
Brad Pitt colecciona libros de arquitectura y fotografía. El actor es aficionado de Salinger y Kerouac, pagando además miles de dólares por una primera edición de algunos de los títulos más conocidos de Cormac McCarthy, autor de No es país para viejos y La carretera.
El actor John Larroquette es amante de la obra de Samuel Becket. Él admite sin reserva que cuenta con libros valorados en más de 15.300 euros.
Bibliófilos anónimos
Existen muchos bibliófilos no famosos que guardan bibliotecas particulares desde 5 mil hasta 15 mil o más libros.
Alvaro Castillo es un joven librero colombiano quien, llevado por la pasión por la lectura pero con escasos recursos económicos, inició su biblioteca comprando viejas ediciones en mercados secundarios de Bogotá. «Los compraba porque eran baratos, pero de pronto, con el paso del tiempo me di cuenta de que muchos de los libros que había adquirido eran primeras ediciones. Así empecé mi colección pero, a diferencia de muchos de mis colegas, mis primeras ediciones son, en realidad, mis textos de consulta. Los tengo porque son los míos y no porque sean primeras ediciones. Así empezó mi pasión y hoy tengo una biblioteca que satisface mis gustos».
Entre compra y compra Castillo tiene hoy una de las colecciones más completas sobre Pablo Neruda, Julio Cortázar y el Che Guevara, muchas de ellas con ejemplares firmados por el propio autor en ediciones Príncipe. «Una primera edición, dice Álvaro Castillo, me lleva a imaginar que esa fue la edición que tuvo el autor en sus manos. Ese es su encanto. Ni qué decir de los ejemplares que están firmados»
Según Andrés Hoyos, fundador de la revista literaria El Malpensante de Colombia, «antes de cumplir los 30 años a mí no me importaba la belleza de la edición, ni la tipografía, sólo leía desaforadamente. Con el tiempo empecé a discriminar. Me empecé a fijar en las cubiertas y en las ediciones de lujo. Ya no sólo los compraba para leerlos sino también para consultarlos eventualmente. Ahora tengo 14.000 libros y con seguridad el 90 por ciento de los libros que tengo no los he leído. Los he ojeado pero no los he leído hasta el final».
Los más apasionados bibliófilos no tocan las páginas de una reliquia por el simple temor a ensuciarlas y prefieren que sus grandes tesoros reposen en sus bibliotecas para sólo contemplar su existencia.
Sólo existe el impulso, ese impulso vital de acariciar el libro, de abrirlo, de bordearlo, de saber que en su multiplicación exponencial está la esencia del conocimiento absoluto. Al fin y al cabo también la biblioteca es un acto de fe.
¿Eres bibliófilo? ¿Practicas tsundoku?
5 Comments
Luis Samuel Madrid
14/10/2019 atNo cabe duda. Soy bibliofilo. Estoy grave. Y no se si puedan curarme ese diagnostico.
queleerblog
16/10/2019 atNo te cures, esta es de las buenas.
Antonio
17/01/2020 atSoy un tsundoku sensei y bibliófilo perdido!
16 términos que todo amante de la lectura debe saber - QuéLeer
06/11/2020 at[…] ¿Eres bibliófilo? ¿Practicas tsundoku? […]
Danny
29/09/2023 at¿Cómo le podemos llamar a una persona que agarra un libro practicando tsondoku, pero luego comienza a leer ese libro, y encuentra una utilidad extrema, que resuelve un problema desafiante de la vida real, y luego por la emoción extrema de resolver un problema así, busca otro libro y vuelve a encontrar respuesta a un problema? Porque ese soy yo; soy químico de profesión, y compré por mero tsondoku, un libro de mecánica automotriz; se me averió el coche y yo sin saber mucho de mecánica, pero leyendo mi libro, encontré una solución y mi coche funcionó; luego encontré un libro viejo de medicina donde mencionaban un remedio casero con guayaba, canela y naranja, a un problema estomacal, y estando en el trabajo, un amigo se sintió enfermo con diarrea, ya se iba a ir, y al escuchar sus síntomas, yo le recomendé el te de guayaba, canela y naranja; media hora más tarde me felicita, porque ya no se siente mal; el remedio había funcionado. Luego compré un libro viejo de cocina venezolano; hice unas arepas venezolanas y se lo enseñé a un amigo; dice que cuando vinieron sus suegros; le cayó muy bien a su suegro que siempre lo tachaba de incompetente y elogió mis arepas y mi amigo me ayudó en un problema grave sin cobrarme un centavo tiempo después. No sé como se llame eso; pero encontrar soluciones espectaculares a los problemas de la vida diaria, simplemente comprando libros, me emociona y hace que busque más conocimientos, en esas herramientas tan bellas.