Fútbol y literatura: una pareja dispareja

Fútbol y Literatura

Fútbol es, sin lugar a dudas, el deporte que paraliza la atención del mundo. Y más aún en el desarrollo de un Mundial de Fútbol, no hay televisor que no esté encendido en algún partido. La fanaticada toma posición por uno u otro equipo y esta acción no distingue, sexo, religión ni profesión.

En QuéLeer hicimos una investigación sobre la importancia del fútbol en la literatura y aunque la mayoría de grandes escritores no se ha acercado jamás a ese tema, hay defensores furibundos y otros, en menor cantidad que critican y no quieren saber nada del deporte Rey.

El fútbol es el deporte que más seguidores tiene en el mundo. Es el Rey y para algunos, una religión. El escritor uruguayo Eduardo Galeano lanzaba esta atípica pregunta: “¿En qué se parece el fútbol a Dios?”, a lo que él mismo respondía: “En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales”.

Existe el criterio generalizado entre editores, autores e incluso lectores de alto estrato cultural, de que escribir de fútbol equivale a visitar los suburbios de la literatura. Sin embargo, el futbol  representa las pasiones del hombre: amor,  desamor,  odio, orgullo, justicia, injusticia, solidaridad, sed de venganza, coraje, ambición, cobardía, violencia, culto al dinero, poder. No en vano, Salvador Allende decía que “la alegría es el gol”; por simple silogismo la tristeza debe ser el autogol.

En contra

Vamos a comenzar a nombrando a aquellos escritores que no han empleado nunca el fútbol en sus obras, bien sea  ignorándolo o en algunos casos criticándolo.

Jorge Luis Borges: el gran escritor argentino llamaba despectivamente al fútbol “cosa estúpida de ingleses”. Atribuyó su popularidad al hecho de que “no hay nada más popular que la estupidez”; también dijo: “Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos”. Borges demostraba así que su desprecio por el fútbol era tan grande como su desconocimiento de las reglas de ese deporte, ya que lo habitual es que solo corran diez jugadores.

Virginia Woolf: comparó la presencia de una mujer en un estadio con la de un judío en un campo de concentración.

Mario Vargas Llosa: en el Mundial de Futbol España 1982, el Nobel  anunció que estaba escribiendo su memoria personal como  amante del fútbol, y que comenzaba  con el relato de su primera visita al Estadio Nacional de Lima para ver jugar a ‘Lolo’ Fernández, el gran ídolo de su país y concluía en el presente.  Ese  “supuesto libro” nunca vio la luz. ¿Será que el tema no era rentable? ¿Acaso un autor consagrado no garantiza la venta de un libro sobre el fútbol?.

Hace unos años el diario La Razón de España reunió a un grupo de intelectuales (el escritor Fernando Sánchez Dragó,  el historiador Román Gubern y el filósofo Salvador Pániker) que declararon por qué no quieren al fútbol y de paso arremetieron contra aquellos eruditos que lo veneran. “Casi todos los intelectuales son ahora animalillos domésticos y apesebrados”, sentenció el escritor.  El filósofo, por su parte,  recalcó en que el balompié en una época fue denostado en ambientes cultos; ahora, en cambio, hay muchos intelectuales que presumen de sus camisetas. Y el historiador concluyó que  la pasión de los intelectuales por el fútbol forma parte de un esnobismo generalizado.

Por su parte el periodista Antonio Caballero, considera muy monótono a este deporte y del cual no le interesaría escribir. “Los intelectuales –dice el columnista– lo miran porque está de moda, como en su momento lo fueron las carreras de carrozas bizantinas”.

George Orwell: decía “Hay ya bastantes causas reales de conflicto para que además las incrementemos incitando a los jóvenes a darse patadas en las tibias en medio del rugido de los espectadores enfurecidos”.

Rudyard Kipling:  se burló del fútbol y de sus seguidores cuando halagó de manera irónica a “Las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan”.

A favor

Albert Camus: fue arquero en Argelia. Camus evoca el recuerdo de su madre española, pobre y sordomuda, lavando en una batea los uniformes del equipo. Se sabe que Albert Camus, el gran escritor y pensador afirmaba haber recibido del fútbol tanta influencia como de la literatura. Afirmaba que aprendió desde muchacho que “un balón no llega del lugar en que se espera” y que esto le ayudó en la vida urbana “donde la gente no es sincera” y puede salir, como la pelota, del lado más inesperado. Por ser un muchacho de Argel, nacido en una familia pobre, decidió ser portero de su equipo debido a que en ese sacrificado puesto de guardameta se gastan menos zapatos y así no habría recriminaciones en casa. Una prematura tuberculosis lo apartó de una brillante carrera como futbolista.  Sobre este deporte, dijo alguna vez: “Porque, después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”

Mario Benedetti: es uno de los escritores con mayor influencia del fútbol en su literatura, como una necesidad vital. No lo eligió al azar, veía el fútbol como un juego cuyo calado trascendía la totalidad de capas sociales, con la mercadotecnia y la violencia como derivaciones ignominiosas de un fenómeno que amó sin ataduras.  El escritor uruguayo afirmaba que el fútbol es: “La única religión que no tiene ateos”. Benedetti también recurre a la religión para encumbrar su gusto por la pelota: “Aquel gol que le hizo Maradona a los ingleses con la ayuda de la mano divina es, por ahora, la única prueba fiable de la existencia de Dios”.  En su relato  Puntero Izquierdo (1954), el poeta ofrece la visión de un futbolista atormentado por su situación laboral. También escribe  El césped, otro cuento de temática futbolera. “El fútbol ha interesado a todas las capas sociales, y es quizás el único nivel de nuestra vida ciudadana en que el acaudalado vicepresidente de directorio no tiene a mal hermanarse en el alarido con el paria social”, afirmaba Benedetti.

Vladimir Nabokov: en su autobiografía se describió como “un portero excéntrico, pero bastante espectacular, en mi etapa en el equipo del Trinity College de la Universidad de Cambridge”. En su poema Football, escribió: “Afortunadamente, el juego se disputaba mucho más en la otra mitad de campo. Comenzó a llover, y los sonidos llegaban ahora a mi portería de manera borrosa. Un grito, un silbato, el ruido sordo de una patada, todo lo que no tenía importancia, y ninguna relación conmigo. Yo no era tanto el guardián de una portería, sino el guardián de un secreto”.

Eduardo Galeano: es autor de un clásico, Fútbol a sol y a sombra, en el que retrata a  grandes cracks del pasado. La de Galeano es la visión sentimental de un hincha que escribe. Él decía  “uno puede cambiar de religión o mujer, pero no de equipo”, defendiendo el amor por una ideología que de ninguna manera puede ser reemplazada. Sobre el  final inevitable reflexionaba: “Y yo me quedo con esa melancolía irremediable que todos sentimos después del amor y al final del partido”.

Günther Grass:  premio Nobel de Literatura  se confesó hincha del modesto SC Friburgo, que nunca pasó de la segunda división, además  leyó textos propios sobre fútbol en el estadio, ante 25.000 espectadores, minutos antes de un clásico regional. Grass escribió el poema Estadio de Noche: “Lentamente ascendió el balón en el cielo/ entonces se vio que estaba lleno el graderío./ En la portería estaba el poeta solitario/ pero el árbitro pitó fuera de juego”.

Jean-Paul Sartre: decía que el fútbol es el mejor ejemplo de la relación del hombre con las acciones del otro. “Cada jugador tiene un deber, y los espectadores en los encuentros son un grupo adverso junto a los otros jugadores”. Si bien es cierto que este pensador francés se pasaba el tiempo divagando o escribiendo en los cafés parisinos, lo es también que disfrutaba del deporte, como lo evidencia su Crítica de la razón dialéctica (1960), donde deja clara una analogía en la visión de la condición del hombre según el existencialismo: “En el fútbol todo se complica por la presencia del equipo adversario”.

Roberto Bolaño: es un apasionado por el fútbol, en su obra hace referencias al deporte sin que este sea tema central de sus obras. En el cuento Buba, de la colección Putas Asesinas (2001) el personaje principal, un futbolista fichado para jugar en el club Barcelona, atraviesa por una serie de dificultades para consolidarse en uno de los más grandes equipos del mundo, y llega a la decadencia; justo en el punto más bajo, conoce a un jugador africano, Buba, quien mediante rituales de sangre lo lleva a ser invencible en el césped.

Camilo José Cela: los Once cuentos de fútbol, no figuran  entre sus obras maestras, ni  entre sus libros más vendidos, pero esos personajes esperpénticos, el volante manco que tenía un gancho de pirata en vez de brazo o ‘Harinita’, el goleador que botó un penalti y fue apaleado por la multitud, son creaciones del Cela más sarcástico y perverso.

Miguel Ángel Asturias:  el Nobel guatemalteco explica  en un artículo, el origen uruguayo de la palabra ‘hincha’, inspirada en un hombre que se ganaba la vida inflando cauchos  de bicicleta y los domingos era el que más sufría y se desgañitaba en la tribuna.

Osvaldo Soriano: es el argentino que más libros ha vendido después de Borges pero ha sido también el más despreciado por los críticos que no le perdonan el que muchos héroes de sus relatos sean futbolistas.

Rafael Alberti: escribió Oda a Platko dedicada  a un arquero del Barcelona a quien llama en el poema “oso rubio de Hungría”. Este es un fragmento del poema:

“Nadie se olvida, Platko/ no, nadie, nadie, nadie,/ oso rubio de Hungría./ Ni el mar,/ que frente a ti saltaba sin poder defenderte./ Ni la lluvia./ Ni el viento, que era el que más regía./ Ni el mar,/ ni el viento,/ Platko, rubio Platko de sangre,/ guardameta en el polvo, pararrayos”.

Dante Panzeri: este periodista argentino fue el primero en publicar en Latinoamérica un libro sobre fútbol. Eso ocurrió hace más de 30 años y  lo tituló, Fútbol, dinámica de lo impensado, es uno de los pocos libros de fútbol que se agotó en las librerías.

Nick Hornby: escribió Desde la Grada, un minucioso registro, cronológico y emocional del amor de un hincha por el Arsenal, uno de los equipos tradicionales de Londres.

Vinicio de Moraes:  se sentaba a escribir en un bar de Copacabana, Brasil. Se le conoce por su poema a Garrincha, el portento brasilero a quien el cantor llama “la alegría del pueblo”.

Henry de Montherlant: escritor y aristócrata francés, llamado el Píndaro Moderno, se consideraba  más  deportista que escritor,  afirmaba que tras ver coronar a Uruguay como campeón olímpico en París, todo lo anterior en materia futbolística era “un juego de niñas”.

Pier Paolo Pasolini: decía que el fútbol tiene un lenguaje de poetas y otro de prosistas, que hay un fútbol narrativo y otro lírico. El gran director de cine y poeta italiano afirmaba que “el fútbol es la última representación sagrada de nuestra época”. El último gran rito que nos queda”.

Roberto Fontanarrosa: es  autor de un cuento en el que reproduce la narración radial de un partido que deriva en guerra nuclear. Es de los que piensan que aún está por escribirse la gran obra de ciencia ficción futbolística.

Peter Handke: escribió El miedo del portero ante el penalti (1942), donde la figura literaria está precisamente en el arquero, que no actúa en la cancha, sino que tras una expulsión es sacado de un partido.

El fútbol es un milagro que le permitió a Europa odiarse sin destruirse”. Paul Auster

Andrés Neuman: escribió El gol y la Memoria, texto  publicado por la Revista literaria Mercurio en 2002. En éste, esboza la unión entre el fútbol y la poesía: “Por eso Maradona, además de un imposible cuento fantástico en diez segundos, con aquel gol zigzagueante acababa de escribir, sin saberlo, el nuevo Martín Fierro”.

Juan Villoro: escribió Los once de la tribu y Dios es redondo. El escritor mexicano dice que escribe de fútbol porque es una manera de estar cerca del juego. “Yo jugué mucho y soy muy aficionado, entonces es una manera de compartir una pasión. Eso es lo más animal. Pero ya poniéndome un poco especulativo, creo que es muy interesante entender una época a partir de cómo la gente se divierte. Si queremos saber realmente cómo fue el imperio romano o el mundo de los incas, tenemos que saber cómo se divertían, y nada explica mejor la industria del entretenimiento en nuestros tiempos como el fútbol, que es el deporte mejor organizado, repartido y explotado en el planeta. Es una forma de conocer lo que somos”.

Javier Marías: escribió el libro Salvajes y sentimentales. Y éste fue el que lo introdujo de verdad en un mundo apasionante que unía dos de sus  grandes aficiones, el fútbol y la lectura.” Si hago un esfuerzo de memoria puedo identificar unos primeras aproximaciones ya desde mi infancia, cuando me dedicaba a dibujar jugadas de fútbol en las páginas en blanco que separaban los capítulos de mis libros de Los cinco o Los Hollister. Marías realizaba dibujos muy esquemáticos, en los que un par de jugadores hacían una pared y marcaban un golazo que se colaba por la escuadra de un escuálido portero que se estiraba sobre el papel. Ese fue el germen inicial que lo llevó a  la afición por los libros de fútbol.

Manuel Vázquez Montalbán: escribió, fútbol: Una religión en busca de un Dios. El escritor español se hace varias interrogantes  ¿Qué  ha ocurrido en el fútbol, en los equipos, en las aficiones, para que este noble deporte se haya convertido en un espectáculo trascendente?  ¿Son las grandes estrellas del balón reencarnaciones de los antiguos dioses olímpicos? ¿Es el fútbol  la nueva religión del siglo XXI?.

Creo que uno puede escribir Cien años de soledad, un cuento de marineros, o describir un partido de fútbol y siempre habrá un contenido ideológico”. Gabriel  García Márquez

Por Patricia Chung

Foto de: http://www.bitbol.la/

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