Hernán Prado: nunca dejen de soñar

Capaz que vuelvo es el primer libro del publicista argentino Hernán Prado quien un día, decidió dejar todo atrás para experimentar la aventura de recorrer más de treinta países en su velero Shamrock.
En entrevista a Qué Leer nos relata anécdotas sobre amistad, hospitalidad, soledad y lo que aprendió sobre la importancia de vivir sin prejuicios, ni preocupaciones solo siendo feliz. Este mochilero de altamar, también nos explica el origen de su particular obsesión con los bancos.
¿Te consideras un mochilero de altamar?
Sí, es una buena definición. Con la ventaja de que en un velero tenés algunas comodidades más que viajando de mochilero. Pero la sensación de libertad y el modo de disfrutar del viaje son muy parecidos.
Si dentro de esta clasificación incluimos al velero en el que crucé el Atlántico, ahí me considero un huésped 5 estrellas, ya que estaba equipado con todos los lujos disponibles.
¿Capaz que vuelves para dónde?
Capaz que vuelvo tiene que ver con una expresión de deseo, dicha con cierta ironía, sobre el hecho de regresar a lugares increíbles donde la he pasado maravillosamente bien.
¿Qué te enseño esa larga travesía por tantos países?
Infinidad de cosas. Aprendí a valorar momentos, gestos, actitudes, detalles. A dejar de lado preocupaciones sin sentido y prejuicios absurdos. A conocer los lugares a través de su gente. Aprendí a escribir con la felicidad que te brindan las buenas experiencias.
También me hubiera gustado aprender otros idiomas, pero claramente no soy muy bueno en ese aspecto.
Y tal vez una de las lecciones más importantes fue descubrir que la manteca puede durar diez días fuera de la heladera.
¿Cómo manejaste el miedo y la soledad al quedarte accidentado con el Shamrock en altamar?
Es curioso, porque la situación se vuelve tan desesperante que básicamente no tienes tiempo de sentir miedo. Tu mente está ocupada al 100% en distintas soluciones para salir de ahí. Una vez que ves que no funciona la primera opción, pruebas con la segunda. Y después con la tercera, la cuarta, la quinta y así. No paras un segundo. No te detienes a agarrarte la cabeza porque te encuentras a 70 kilómetros de la costa más cercana, a la deriva, en solitario, y sin posibilidad de comunicarte con tierra firme. El instinto de supervivencia logra que hasta el más pesimista se llene de optimismo ante una situación límite, porque en definitiva a nadie le gusta morirse.
De todas las anécdotas que cuentas en el libro, ¿Cuál es la más fantástica o especial para ti?
Es difícil porque son un montón. Tal vez me quede con dos: conocer al dueño de Google en St. Barths y reflotar mi barco en La Paloma después de un temporal, con la ayuda de muchísima gente.
¿Quisiste que tu libro fuera como una bitácora de viajes? Inclusive comentas sobre lugares que no conociste, sino que los viste por internet.
Sí, me gustó la idea de ir relatando todo paso a paso.
En cuanto a hablar sobre atracciones que nunca conocí, a pesar de haber visitado la zona donde se encontraban, se dio de forma natural. Me pareció lo más justo pensando en los lectores. Si por alguna razón yo no había podido ir, era una buena oportunidad para descubrirlas a través de internet y compartirlas con los lectores.
¿Quiénes te recibieron mejor, de todos los países que visitaste?
También es difícil porque de la gran mayoría tengo los mejores recuerdos. Pero voy a subir al podio a la gente de Barbados por su generosidad sin límites, a los portugueses por su hospitalidad innata y a los uruguayos por su simpleza y su paciencia siempre a flor de piel.
Has vivido experiencias de viaje lujosas y otras más sencillas, ¿algún punto de comparación, alguna similitud?
Creo que la clave pasa por ser feliz en los dos mundos. Yo la pasé muy bien comiendo pez espada en un restaurant gourmet o fideos con manteca en un barco al que acababa de conocer. Estando de viaje, cualquier experiencia se puede transformar en una hermosa anécdota.
Cuéntame sobre esa humanización de tu velero Shamrock, al que ves como una mascota.
En un viaje de estas características, el velero además de tu casa se transforma en tu amigo, tu compañero, tu confidente. Te acompaña en los momentos difíciles, te protege durante las adversidades. Y hasta en más de una ocasión, navegando en solitario te encuentras entablando una conversación imaginaria. El velero desde luego no responde, pero tampoco es necesario que lo haga. Los dos sabemos que la conexión existe, no necesitamos pruebas que lo confirmen.
¿De dónde nació tu obsesión por los bancos? ¿Por qué no te sientas en ellos?
Un día caminando por la rambla de Montevideo tuve la revelación de que los bancos que colocan en lugares públicos no son estrictamente para sentarse sino más para mirar los paisajes que tienen delante. Desde ese momento, cada vez que me cruzo con un banco no puedo evitar sacarle una foto. Tengo más de 300. Incluso hice un clip alusivo:
Después de tomar la foto, ahí sí me siento y me quedo un buen rato contemplando lo que el banco tiene para mostrar.
Tienes una página web que vende productos relacionados a viajes. Cuéntanos.
Antes y después de mi gran viaje siempre trabajé en agencias de publicidad. Hasta que a fines del año pasado pensé que estaría bueno unir mis dos pasiones: viajar y pensar ideas. Así fue como nació Capaz Que Vuelvo – Travel Lover Store, una serie de objetos diseñados para compartir las experiencias de viaje.
¿Qué es el proyecto Sueños de Ruta al que ayudas?
Es un proyecto hermoso de una pareja que recorrió la cordillera de Los Andes en bicicleta, desde Ushuaia a La Quiaca y que actualmente está recorriendo el resto del continente a bordo de una kombi. Viajan de manera sustentable y llenos de sueños.
¿En qué consiste el apoyo de un proyecto de viaje anual?
En devolver un poco de lo mucho que me ayudaron a mí. Me pareció hasta lógico que si iba a abrir una tienda de objetos relacionados a los viajes, encontrar una manera de dar una mano a los que están viajando. Por eso la ganancia de uno de los productos de la tienda está destinada íntegramente a apoyar un proyecto de viaje por año.
¿Qué es el #CapazQueVuelvoTour?
Es un proyecto que surgió una vez publicado el libro. Consiste en dejar en lugares públicos de habla hispana, ejemplares de Capaz que vuelvo (tipo bookcrossing) para que la historia encuentre nuevos lectores y pueda seguir viajando.
Para llevarlo a cabo recurro a amigos que viajen tanto al interior de mi país como a cualquier otro lugar donde se hable español, con la única consigna de que al dejarlo me envíen una foto para poder documentarlo.
El proyecto no tiene techo, ya que se retroalimenta del éxito del libro: una parte importante de las ganancias derivadas de las ventas se destinan a financiar esta iniciativa.
Hasta el momento llevo repartidos más de 40 libros y además de haber llegado a distintos puntos de Argentina, también ha sido dejado en distintas ciudades de Chile, Uruguay, Bolivia, Perú, España, República Dominicana, Panamá y Ecuador. Incluso me ha pasado que gente de otros países se ha contactado conmigo para contarme que ha encontrado el libro y una vez que terminan de leerlo me envían fotos del lugar donde lo han dejado.
Para explicar la mecánica, en la primera página del libro escribo siempre la misma dedicatoria:
¿Qué les dirías a aquellas personas que no se atreven a cumplir sus sueños?
Que por favor se animen. Que no tienen absolutamente nada que perder. Si fracasan, el solo hecho intentarlo habrá valido la pena. El hecho de ver cumplirse el sueño, que generalmente se logra después de mucho esfuerzo, es una sensación hermosa. Y que pase lo que pase nunca dejen de soñar.
¿Cómo es tu situación actualmente? ¿Tienes novia? ¿perro?
No estoy de novio pero sí tengo un perro que es un genio total. Se llama Shamrock y es la reencarnación de mi velero.
¿Capaz que vuelvo es tu primera novela?
Sí. En Brasil escribí Tadeo buenas noches, un libro para niños que cuenta la historia de un niño que siempre se despierta en el mismo lugar donde estuvo soñando.
¿Qué escribes actualmente?
Estoy en la mitad de una novela que habla del fin del mundo, pero sin gritos ni corridas ni gente desesperada agarrándose de los pelos.
Luego de trabajar durante años como creativo publicitario en distintas agencias de Argentina, Hernán Prado llegó a la conclusión de que no tenía hijos, ni novia, ni perro, ni nada vivo que lo esperara al volver del trabajo. Lo que sí tenía era un velero y un disfraz de monja, dos cosas elementales para toda aventura surrealista. Tres años más tarde y luego de recorrer más de treinta países, el timón de su velero se averió y quedó a la deriva a setenta kilómetros de la costa más cercana. Antes de que pudiera arrepentirse por no haberse ido de mochilero, lo rescató un buque mercante. Hernán Prado no es escritor, eso lo sabemos todos. Pero un día soñó con escribir un libro. Fue tiempo después de haber soñado con veleros, palmeras y delfines. Actualmente dirige Capaz Que Vuelvo, una tienda de objetos relacionados a los viajes y es el creador del #CapazQueVuelvoTour, un proyecto que consiste en dejar en un sitio público un ejemplar del libro, para que la historia siga viajando.
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