La tercera cara del libro

Si hay algo que representa de manera fidedigna los vicios de un lector es esa mirada doble que le damos a los libros; no nos basta con mirar su portada, sino que le damos vuelta y revisamos la contraportada como si se tratara de algún símbolo de verificación de legitimidad. Y, no contentos con eso, le revisamos la tercera cara: el lomo. Pocos se han preguntado la importancia de esta, aunque se la pasen viéndola en los demás ejemplares cuando se encuentran en un anaquel promedio de una biblioteca nacional o de hogar. Esa es, algo así decía Cortázar, la verdadera portada del libro, con la que se defienden entre sí, de la bestia insaciable que es el lector.
Pues esta historia tiene que ver con ello. En el lomo del libro que acabo de leer se lee el nombre del autor y el título del libro, pero si se le queda viendo un par de segundos más, las letras que lo componen se desordenan de forma militar y componen unas nuevas palabras. Y si se le ve algunos minutos más, se notará que, como si se tratara de algún artilugio, las palabras van creando nuevas letras y nuevos símbolos hasta que, sin más, se han escrito allí todos los títulos posibles. Pero eso no es lo más sorprendente, aunque nunca haya nada más sorprendente que el mero hecho de leer en sí, sino que a medida que van cambiando las palabras allí escritas, el contenido del libro lo hace también. Es decir: si lo tomara ahora mismo, el libro en cuestión sería, según deduzco, la historia de un imperio que se cayó por su propio peso y no el de la mujer valiente que derrotó a su familia machista del siglo diecinueve, como lo era cuando empecé a escribir estas palabras. No sé si entonces también, sea lo que sea que cause este fenómeno, lo haya hecho con mis palabras que, en principio fueron para contar algo y ahora mismo parecen desmentirlo o, en el mejor de los casos, contar otra cosa. A lo mejor es la misma fuerza misteriosa que nos hace releer para comprobar que lo que habíamos leído no era lo que es entonces y que, por supuesto, no será lo que releamos luego.
Es decir, para que la fuerza nos deje terminar de escribir y de leer esto, que cada vez que nuestros ojos, y con ellos todos nosotros, pasan por encima de algo lo están creando otra vez por primera vez. Como con este último punto, que ni es punto ni es final.

Sergio Marentes21 Posts
Editor y director editorial del Grupo Rostros Latinoamérica. Es poeta y narrador. Lector irredento.
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