Leoncio Barrios: la escritura exige, además de inspiración, disciplina

Leoncio Barrios oriundo de Caracas nació un 7 de marzo. Egresado de la Universidad Central de Venezuela, con doctorado y Maestría de la Universidad de Columbia en Educación a la familia. Es profesor titular de la UCV donde ejerció la docencia con pasión y, en los últimos años le ha dado rienda suelta a otra de sus pasiones: la escritura.
Leoncio Barrios es autor de: “Familia y Televisión” (Monte Ávila, 1998) y “Los sustos del sexo” (Ediciones B Venezuela, 2014, 2016) debutó recientemente como autor en literatura infantil con Ediciones B Venezuela y publicó el libro “Oliver y la licuadora”.
¿Qué razón lo motiva a escribir?: el disfrute que siento haciéndolo. Después, con la publicación ese disfrute se extiende. Afortunadamente, para mi la escritura es como el baile, ya bailado, disfrutado está y eso no te lo quita nadie.
¿Para usted “escribir “es una profesión o un hobby?: llevo toda la vida profesional escribiendo pero artículos académicos y reportes de investigaciones, pero “escribir”, digamos literatura, aparte de unos ejercicios estando muy joven, lo estoy haciendo desde hace como 5 años. Es realmente un segundo debut a mis 60 y tantos. Cada día más lo asumo como mi oficio principal.
¿Qué es lo más difícil de ser escritor?: por un lado, la disposición de tiempo, que la rutina u otras obligaciones te permitan concentrarte, dedicarte a escribir. La escritura exige, además de inspiración, disciplina. Por otro lado, que tu propuesta sea aceptada por una editorial, si es que deseas un libro. Si no logras eso, pudiera no tener sentido escribir. Pero si se trata de escribir por placer, sin anhelo de imprimir unas páginas, queda la posibilidad del infinito mundo del internet para publicar lo que se escribe.
¿Qué le hizo saber que se dedicaría a ser escritor?: una solicitud de mamá. Ella siempre quiso tener un hijo escritor y yo fui un hijo obediente. Cuando tuve que decidir la carrera universitaria me debatí entre Letras y Psicología, escogí esta última porque quería escribir sobre los conflictos internos de las personas. Recuerdo que en mis tiempos de adolescente me dije algo tan cursi como “estudiaré psicología para conocer sobre el espíritu humano, después escribiré sobre él”. Mucho me gustó estudiar psicología pero siento que las exigencias académicas me fueron ganando y alejándome de la ficción. Reconozco que no supe moverme entre la rigidez de la investigación y la libertad de la fantasía. Gané por un lado, perdí por otro.
¿Tiene alguna rutina para sentarse a escribir?: si, La mañana es mi tiempo creativo y sagrado. Me levanto temprano, me aseo, desayuno y me siento a escribir hasta la hora del almuerzo, mientras más tarde, más rindo. En horas de la tarde, soy un inútil intelectual.
¿Tiene alguna musa de inspiración?: en estos momentos, #Oliverdelasgalaxias, mi único nieto. Como todo niño tiene un infinito mundo imaginativo con el que me inspira todos los días.
¿Cuál o cuáles autores lo inspiraron para escribir?: no creo tener ningún autor que me haya inspirado en lo que escribo ya que mi escritura es muy dispersa en cuanto a género, pero si tengo dos autores, más específicamente, dos textos y una película que me marcaron, particularmente, como ser humano. Por los años 70, leí “El Hombre Unidimensional” de Herbert Marcuse y me dije: yo quiero ser pluridimensional; también “El Arte de Amar” de Erich Fromm y me dije: quiero escribir sobre el amor, el sexo y vi una película, Close up, de Michelangelo Antonioni, y me dije: quiero ver más allá de lo que se ve a simple vista. Los dos primeros propósitos creo que los he logrado, del tercero, todavía me falta y mucho.
¿De sus obras cuál ha sido la que más ha disfrutado escribir?: en cada una he disfrutado transformándome. Para escribir Los Sustos del Sexo fui adolescente de nuevo, con sus angustias y placeres. Me gustó. En “Oliver y la licuadora”, fui niño de nuevo, me conecté con la irrealidad. Me gustó. En una obra que recién concluí y está en imprenta, “Cerro Grande, el espíritu de los años 50 y 60 en Caracas”, fue un maravilloso ejercicio de memoria, de reconstrucción, de reencuentro. Lo escribí oyendo a la Billo´s y Los Melódicos. Escribía, me levantaba a bailar y retornaba a la escritura. Fue una gozadera, aunque en pocos momentos, lloré. Así espero que sea el libro para los lectores.
¿Qué libro le hubiese gustado escribir?: El Derecho a la Ternura de Luis Carlos Restrepo, una reflexión que considero capital sobre la masculinidad, uno de mis temas.
¿Existe el temor frente a la hoja en blanco?: en mi caso, no. Me gustan los retos. Pero si hay muchas personas que entran en pánico ante lo incierto.
¿Cuál es el libro más preciado de su biblioteca?: uno de poesía: El Jardinero, de Tagore. Lo asocio a muchos afectos. Lo leo cada vez que quiero disfrutar.
¿Cómo es su biblioteca, tiene un lugar especial, un sistema para ordenarlos, cuántos tiene?: si, los ordeno por tema y tamaño. No solo por facilidad de ubicarlo sino por lo neurótico que soy. No soporto el desorden. Tengo muy pocos libros. En la medida que evoluciono me hago más selectivo, adquiero menos y me desprendido de los que ya considero cumplieron su función conmigo.
Recuerda con cuál libro se inició en la lectura: Bambi, en la versión de Walt Disney. Creo que me marcó un tinte melodramático del cual me ha costado deslastrarme. Más tarde, Oliver Twits, de Charles Dickens y de seguido, otros de Dickens. Una tía me regaló como 3 títulos de ese autor.
Un libro para iniciarse en la lectura: en mi época: Cien años de Soledad, ahora: Harry Potter o Las 50 sombras de Gray. Otro, sería violentar los intereses de esta generación.
Un libro para soñar: Las Mil y una noches
Un libro para no leer: la lista es muy larga, quedémonos con lo que sería grato leer.
Un libro para leer en el baño: libro como libro, no se me ocurre. Quizás, un periódico; “Hola”, la revista. Una porno, cuando se encontraban. No más.
Libro de papel o electrónico: de papel. Crecí con ellos. Pero cuando estoy en aeropuertos o volando me encantan los electrónicos. Hago integral la experiencia.
¿Cómo se conecta con el lector?: imaginándomelo mientras escribo y oyéndolo en cuanto tenga oportunidad. Oliver, el nieto, fue el primer lector de “Oliver y la licuadora” –ya impreso- y, a pesar de sus 5 años, fueron tan atinadas sus observaciones que me di cuenta del error de no haberlo utilizado como el editor del cuento.
¿Consejos para un principiante en la escritura?
- Estar pendiente de los detalles cotidianos, de la realidad, de la gente. Aderezarlos con la imaginación.
- Deslastrarse de miedos, sobre todo del miedo a la locura.
- Conocer el idioma con el que se escribe, la gramática.
- Crearse una disciplina.
- Ser receptivo a la crítica, buscarla.
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