Libros poseídos

Libros

Lo diré rápidamente porque vivimos tiempos cortos. Vivimos además tiempos visuales y, bien lo sabemos quienes leemos y escribimos el mundo, esto es una gran oportunidad para conseguir libros, ojalá no tan nuevos, a precios bajos. Lo digo porque acabo de pasar por una bodega repleta de ellos. No se veía un solo ladrillo en las paredes. En pocas palabras, el lugar ideal para los que no gustan de las paredes desnudas.

En la puerta del lugar, además de un vigilante desgarbado y adormilado, algo así como un espantapájaros sin una figura determinada que cuelga de una vara sin función alguna, había un cartel con el anuncio de que cada paquete de libros, había paquetes de cinco, de diez, o más, según la letra chica, valía, más o menos, un dólar americano. La razón, según me había contado un amigo vecino del lugar, días atrás, era que todos estaban embrujados.

Al recordar eso regresé y, creo que para siempre, me interné en esa selva paradisíaca. En principio no tuve miedo de las posesiones, sino de la capacidad de mi espalda para cargar las compras hasta la casa. Pero, como soy un lector valiente, gasté todo el dinero que llevaba encima.

No me dejé llevar por lo que decían mis ojos, me dejé llevar por lo que decía mi pecho. Y no me equivoqué, porque es gracias a esos embrujos que, luego de décadas de padecerlos, he llegado hasta ellos, sin el miedo de no ser capaz de convertirlos en imágenes, como hacen los que saben embrujar la realidad.

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