Los libros nuevos

Ya no se sabe dónde puede uno encontrarse con el absurdo, menos si se trata de arte, y mucho menos si se trata de la literatura verdadera. Por ejemplo, el otro día leí una presentación de un autor nuevo, al que de paso ubicaban en el grupo de los mejores cuentistas de los últimos cinco siglos.
Pero lo absurdo no es eso, sino que al final acertaran, porque, aunque apenas tenía cinco minutos para leer el libro, lo leí de principio a fin desde afuera de la vitrina, e incluso releí unos parajes que valían la pena y tomé las notas necesarias para los días en que lo vaya a necesitar. Hoy en día ya no se sabe qué creer de los elogios, sobre todo de los que son pagados y se manifiestan en forma de cintillo alrededor de un libro nuevo.
Para quienes no la conocen, explicaré un poco más la técnica de lectura. Se trata de un entrenamiento especial que recibí por error en Tanzania, durante un viaje humanitario de principios de siglo, por parte de una comunidad secreta del oriente de Dar es-Salam. Ellos, al no tener los medios para comprar todos los libros que querían, debido a su condición de desterrados, esto a mediados del siglo diecinueve, desarrollaron la habilidad de traspasar la portada con la mirada y leer lo que está detrás de ella y, como ya se imaginarán, así mismo con todas las páginas hasta llegar a la contraportada. Se trataba de un ritual que solía hacerse entre las diez de la noche y las cuatro de la mañana, cuando la policía descasaba de las redadas. Y digo que me lo transmitieron por error porque en una de las salidas sociales, luego de cenar, al pasar por una librería cualquiera, cuando me quedé mirando fijamente una de las portadas de los libros que estaban lanzando esa semana. Aunque lo único que me atrajo fue la ilustración, porque ni siquiera supe lo que decía en ella, no hablo suajili, ni conocía al autor que, luego me enteré, era una promesa de la ciudad y del país.
Como imaginaron que yo tenía sus mismas habilidades, sospecho que al ver mi concentración casi absoluta, lo hicieron junto a mí, en esa misma librería, ese mismo día, en plena medianoche tanzana. Lo único que tuve que hacer luego fue imitarlos, o por lo menos intentarlo. Y no puedo ni he podido jamás enseñar la técnica, si es que la conozco en realidad y no inventé la propia, porque se trató de una especie de iniciación inmediata sin ceremonias, que no me dio tiempo para tomar notas ni para digerir lo que yo mismo iba descubriendo a toda velocidad. El caso es que puedo hacerlo, y que lo hago, sobre todo, con las novedades literarias. Esto para quien me preguntó, por allá en el fondo de la sala, el porqué no leo, en realidad releo, las novedades hasta que han pasado varios años de su lanzamiento.

Sergio Marentes21 Posts
Editor y director editorial del Grupo Rostros Latinoamérica. Es poeta y narrador. Lector irredento.
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