María I. Calderón: el mar me permitió entrar en lo profundo de mi psiquis

María Inés Calderón

María I. Calderón emprendió la aventura de su vida, dio la vuelta al mundo a bordo de un velero desde 1997 hasta 2005, y todas sus vivencias las plasmó en  el libro El Mar dentro de mí. A Qué Leer nos contó detalles sobre ese recorrido, qué comía, países que conoció, las veces que estuvo en peligro y cómo ese viaje externo también representó un viaje interno. La escritora afirma que no hay sueño que no se pueda realizar, ni límite de edad para lograrlo.

El mar dentro de mí de María Inés Calderón

Cuéntanos de la travesía a bordo del velero Celtic Carper. ¿Por qué decidiste hacerla?

Nunca había  pensado hacer una aventura así. Conocí en Mochima al capitán David Willard, inglés de 63 años, que había terminado su primera vuelta al mundo, y  me invitó a navegar por el Caribe. Mi primera prueba fue ir hasta la Tortuga, allí conocí una comunidad de veleristas del mundo, de todas las edades, sobretodo sobre los 50 años, que tenían un estilo de vida, para mí envidiable. Navegando empujados por el viento por interesantes rutas y sin apuro. Allí mordí el anzuelo pues no sabía que no mareaba, y que podía  hacer una vida a bordo, entonces empecé a considerar la posibilidad de pasar una corta temporada navegando por el Caribe. Mucho después me atreví a cruzar el Canal de Panamá.

¿Qué significa  el mar para ti?

Dice Jung que el mar es como la psiquis, y creo que es así, por eso el nombre del libro, porque el mar me permitió entrar en la profundidad de mi psiquis, revisar mi vida como si tuviera un control remoto con el que podía hacer  “rewind” y “forward”,  encontrarme con mi luz y mi sombra mientras contemplaba la línea del horizonte. Cuando dormía navegando al ritmo de las olas y sentía  el sonido de la profundidad del mar, del que me separaba apenas una delgada pared de fibra de vidrio, entraba en una letargia que me producía asombrosos sueños en los que creaba ciudades y complicadas estructuras. Volvía al pasado y soñaba que mi ex marido me llevaba al colegio y me buscaba, rutina que sucedió a mis 15 años, solo que en mi sueño sucedía en el presente. Y claro yo estaba viviendo una suerte de escuela de la vida que implicaba un gran aprendizaje sobre mí misma.

¿Cuál fue el periodo de tiempo más largo con el mar al frente sin tocar tierra?

La travesía de Galápagos a las islas Marquesas de la Polinesia Francesa, en el Océano Pacífico, 21 días.

¿Te sentiste indefensa, temerosa  o en peligro en alguna ocasión?

Sí, en dos ocasiones. Una tormenta eléctrica entre Tonga y Brisbane en  Australia. El mar estaba como un espejo. No habían  olas. Y los rayos estallaban en el agua a nuestro alrededor produciendo chispas. Un rayo podía quemar nuestros instrumentos eléctricos y dejarnos a la deriva. Ese era nuestro gran temor pues el mástil es un pararrayos.

Y en el Mar de la China donde el mar se nos puso de frente y no podíamos  dar vuelta, pues teníamos  arrecifes y plataformas petroleras a los lados. Empezamos a hacer agua. El capitán en la cubierta recibía los baldes de agua que yo le pasaba. Así estuvimos más de medio día, hasta que pudimos virar para tener el mar en la popa, y resolver el problema que hacía que nos entrara agua. Entonces el capitán me dijo: “Fue una suerte que tuvieras que estar achicando, así no tuviste que ver el tamaño de las olas”

¿Cómo era tu rutina diaria en aquella embarcación?

Si estábamos navegando, hacer para el capitán el típico desayuno inglés, todo frito. Café que molíamos. Y tostadas o cereal para mí. Nos turnábamos  la vigilancia, el capitán podía dormir mientras yo en cubierta ya sea con un libro o mi cuaderno vigilaba. O  los dos nos instalábamos en la cubierta. A veces leíamos un libro juntos. Por ejemplo Sarum,  La novela de Inglaterra de Edward Rutherfurd. Los de Mary Stewart sobre el rey Arturo. Policiales de Le Carre. Merendábamos a las 11, sanduches o algo por estilo, y yo cocinaba a las 2 para comer a las 3. Tomábamos mucho café. También teníamos un nylon para pescar, y cuando pescábamos algo, David lo limpiaba y yo lo fileteaba. Solíamos comerlo crudo tipo sashimi. Almorzábamos entre 3 y 4 de la tarde, para seguir leyendo o escribiendo. Si había algo que reparar y el mar lo permitía, se hacía. Yo también aprovechaba de estudiar, me llevé libros sobre escritura de guion y narrativa. A las 6 veíamos  una película. Luego el capitán dormía en cubierta para vigilar. Y yo en mi camarote. Si estábamos en zonas de poco tráfico marino, poníamos la alarma del radar de 3 millas para poder dormir ambos. David se ponía también una alarma para chequear cada media hora. Si las condiciones del mar eran difíciles o había mucho viento, o viento inestable, el capitán debía estar alerta, así que yo estaba pendiente de hacerle café, y snacks durante la noche. Y si el mar no permitía  moverse con facilidad, siempre teníamos, quesos, galletas, chocolate y frutas.

Cuando estábamos anclados en algún lugar dependía del lugar y lo que podíamos hacer allí. En sitios urbanos aprovechábamos de hacer diligencias. Lavar ropa, conectarnos por Internet con la familia y el resto del mundo. En lugares rurales, compartíamos el tiempo con las tareas de abordo y conocer, siempre conocer.

¿Qué países conociste a través de sus costas?

Curazao, Colombia, Panamá,  Ecuador,  la Polinesia, Australia, Vanuatu, Salomo, Papua Nueva Guinea, Micronesia, Filipinas, Hong Kong, Borneo-Malasia, Tailandia, Sri Lanka, Maldivas, Mayotte, Sur África, Brasil, Tobago

¿Alguna anécdota en especial?

En Papua Nueva Guinea, un niño de 3 años me rascaba insistentemente la pierna, cuando mire a su madre en forma interrogante me dijo “Disculpa, es la primera vez que ve una mujer blanca, cree que estas pintada y está tratando de quitarte la pintura.

¿Qué se aprende del silencio ante la inmensidad del mar?

A contemplarte y contemplar sin presión de tiempo, sabiendo que no tienes otra opción. A escucharte y descubrir como te oyes en ese atmósfera donde solo está tu voz interna y el sonido del mar que se parece a los latidos del corazón, un compás que mueve tus pensamientos de manera inesperada. Empiezas a recordar sucesos y personas muy lejanas.

¿Cuál es el paralelismo entre la travesía externa y lo que experimentaste internamente?

Que ir de Este a Oeste siguiendo al sol, es como ir en pos de la luz, y por lo tanto de la madurez, de la iluminación. En términos de la navegación, es la forma correcta pues las corrientes por lo general van en ese sentido. Es una manera de escuchar a tu cuerpo también y tener plena consciencia de su funcionamiento y sincronía con tu espíritu. Si fueras en sentido contrario a las corrientes vas dándote golpes con el mar, forzando tu cuerpo y forjando tu espíritu a soportarlo.

¿Son los sueños realizables a cualquier escala?

Y a cualquier edad. Las limitaciones nos las ponemos nosotros. Uno de los navegantes mas admirados de nuestros tiempos Tristan Jones, navegó al final de su días sin sus dos piernas. Hay que perseverara en los sueños siempre y cuando no impliquen un peligro para tu vida y un sufrimiento para los que te aman.

¿Cuál es tu mensaje principal a las mujeres que no se atreven a luchar por sus metas por temor?

Que no hay que ponerse limites ni obstáculos por ser mujer. Eliminar la frase “yo no puedo”. No justificar el miedo que la sociedad te siembra simplemente por ser mujer porque tenemos la fuerza y la capacidad para aprender lo que sea y hacer lo que nos propongamos hacer. El miedo es cultural, no es natural a nuestro ser.

¿Cuál será tu próxima aventura literaria? ¿Acaso otro viaje?

Las crónicas del abismo.

“Que cualquiera puede hacerlo. Siempre habrá una embarcación necesitando el entusiasmo del que quiera montarse y compartir, ayudar y acompañar. Esta es la razón de este libro, animar, sobre todo a los que no se creen capaces pero sueñan con ello, a intentarlo. En especial a las mujeres criadas con miedos y restricciones por ser del mal llamado sexo débil, o a las que piensan que están muy mayores para empacar una mochila e irse a navegar por el mundo». María Inés Calderón Téllez


María Inés Calderón Téllez, venezolana, egresada de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela en la mención Cine. Me he desempeñado en el área audiovisual, cine y televisión, en  ficción, documental, publicidad e institucionales desde 1986, como continuista,  guionista, directora de documentales y spot comerciales; así como  productora en todos los géneros. Ha sido favorecida por el Centro Nacional Autónomo de la Cinematografía (CNAC) en dos desarrollos de guion y una investigación, para el Manual de Animación de Armando Arce. En mi carrera como documentalista me ocupado sobretodo del tema histórico, hice dos películas cortas con la Academia de la Historia. Y en el tema ambiental, tanto en la agricultura, forma de vida y educación he hecho una docena.  Me desempeñado como tutora y analista de proyectos audiovisuales para el CNAC. Actualmente soy productora asociada a un proyecto documental de largo aliento. Estoy en la  re-escritura de un guión, del género byopic sobre la vida de Teresa Carreño. Y la pre-producción de unos micros de cocina Que Delicia.

Por Patricia Chung

 

 

 

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