Más acá del menos allá

Algunos dicen que adentro de los libros no pasa el tiempo, lo cual es cierto, aunque también lo sea el que no pase lo suficiente, sobre todo si no se ha leído bien o si el tiempo del mundo allá afuera apremia, o amenaza con desaparecer si no le obedecemos. Es cierto también, en lo que coinciden los dos bandos, que el tiempo pasa a la velocidad que debe, ya sea en el menos allá o en el más acá. los casos los hay de todos los tiempos, por ejemplo, en algunos casos, a lo largo de unas pocas páginas ya han pasado varias eras geológicas y nosotros ahí como si nada, en la misma posición y sin que el cuerpo pida siquiera una gota de agua; en otros casos, también como si nada, apenas habremos visto los detalles de una habitación y ya llevaremos corridas varias decenas de páginas, preguntándonos a qué hora se acabó el tiempo o se estiró como si fuera de caucho. Pues algo parecido a este último ejemplo me sucedió recién esta mañana: pasé toda un noche atravesando cada uno de los aposentos de un castillo eruropeo del siglo quince, lo hice como un turista guiado por expertos a lo largo de todos los pasadizos principales, saliendo por las ramas de vez en cuando para escuchar cada historia y cada mito, hasta en las memorias de los tantos habitantes llegué a estar. Pasé tantas cosas que ahora mismo me sería imposible recordarlas y, por supuesto, enumerarlas, pero sentí en mi cuerpo el peso de la historia, la diferencia entre el vacío y el fruto cosechado.

No sé cuánto tiempo estuve allí, en el libro, ni cuánto en la vida real, la de afuera de los libros, pero sí bastante como para ver pasar generaciones, leyes, injusticias, revueltas, historias, inventos, descubrimientos de toda un civilización que hoy, en la realidad, se reduce a un pequeño pueblo de pocos habitantes y menos casas todavía, que ignoran la existencia del libro del que hablo y de esta historia a medias. No sé todavía si el sentido de la vida sea existir sin saberlo, en tal caso tendré que esperar a ser olvidado por la historia, el momento del éxtasis: la lectura.

Desperté esta mañana, dejé de soñar, es decir de leer, muy tarde y tuve que empezar a contar esto sin importar el retraso en mi trabajo como piñón del mundo porque para la historia del universo, para el tiempo del cosmos, no había pasado nada o, en el mejor de los casos, ya había sido olvidado.

@SergioMarentes

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