Reseña “Capaz que vuelvo” de Hernán Prado

Capaz que vuelvo de Hernán Prado, el publicista argentino decidió escribir un libro sobre la aventura de su vida. Un día decidió abandonar todo y dedicarse a recorrer el mundo a bordo de un velero, buscando una islita con palmeras.
Durante la travesía que lo llevó por más de treinta países, aprendió una lección que no olvidaría nunca: la manteca puede durar diez días fuera de la heladera.
La mañana de la revelación me encontró con 29 años y la convicción de no tener hijos ni novia ni perro ni nada vivo que me esperara al volver del trabajo. Lo que sí tenía era un velero y unas ganas terribles de salir navegando. A dónde, ni idea. A dar la vuelta al mundo, seguro que no, el velero no era muy grande y yo tampoco. p.152
Vivió una experiencia entre dos mundos bien distintos: disfrutó de la aventura en su pequeño Shamrock de seis metros de largo y pudo entrar al reino de los millonarios tripulando un yate de lujo.
El libro tiene muchas anécdotas: Cruzó tres veces el océano Atlántico, se salvó de ser atacado por un tiburón, encalló en la costa en medio de un temporal, conoció al dueño de Google, se enamoró de una canadiense y hasta se declaró en bancarrota.
El viaje soñado termina con el protagonista llorando en cuclillas por haber perdido su velero Shamrock en medio del mar.
Expresa la angustia de lo que le podría pasar, ser sometido por piratas de mar, o simplemente quedarse sin comida y tener que beber la sangre de una tortuga. Es mucha la incertidumbre de un naufragio. La comida para un mes se acabaría si llegase a estallar una tormenta.
La historia comienza por el final, Hernán es rescatado por el CSAV Santos, un buque porta contenedores de 208 metros de eslora con bandera liberiana, tripulación filipina y oficiales alemanes.
Para los que agarraron el libro empezado, les aclaro que no poseo ninguna flota naviera. Tampoco soy liberiano, ni filipino, ni alemán. Mucho menos pertenezco a la marina mercante. Simplemente fui rescatado por este buque cuando quedé boyando a treinta millas de la costa brasileña.p.6
Capaz que vuelvo es un relato autobiográfico que cuenta vivencias, impresiones vividas a lo largo de un viaje que lo llevo por los puertos del mundo. Hernán creyó poder tener ganancias con un libro infantil que no vendió.
Esta especie de bitácora de viajes tiene un toque particular, divertido gracias a las experiencias. Está escrito en forma de monólogo con la inclusión de diálogos puntuales.
En los recuerdos de su viaje a Europa, Hernán queda impresionado con la bella ciudad de Lisboa y otros destinos visitados.
Justamente en la playa de Albufeira vi algo que ni en las películas de ciencia ficción se animaron a mostrar. Escaleras mecánicas. Que las uses después de ocho horas de vuelo porque se te durmieron las piernas, todo bien. ¿Reventaste la tarjeta en el shopping y terminaste cargado de bolsas? Toda tuya. Pero bajar a la playa en una escalera mecánica es inmoral”. p.16
Mi segunda incursión en Aphrodite fue tan intensa como la primera. Hubo de todo. Me divertí como un nene en Disney. Escapé de un tiburón en St. Maarten. Conocí la corrupción en República Dominicana. Y crucé dos veces más el Atlántico p.17
La experiencia me sirvió para confirmar lo que el turismo mundial ha venido escondiendo durante siglos: los paisajes siempre son más bonitos de lejos. Una bahía, un pueblito o una montaña siempre van a lucir mejor a la distancia. Con los paisajes pasa lo mismo que con las personas. Cuando las conocés en detalle, empezás a descubrir defectos. P.17
En Puerto España, la capital del país, no abunda mucho el verde. Es una de esas ciudades que se conocen como jungla de cemento. A falta de leones, hay personas que si no les das cincuenta dólares, también te arrancan un brazo. A cada lado que voy, la gente, cuando me ve, se agarra la cabeza y dice “¿¿¿Qué hacés acá??? ¡No, tomate un taxi!”. Yo los miro con cámara de fotos en mano y gesto de Me perdí de nuevo. p.33
Hernán no solo viajó en el Shamrock, también tuvo la oportunidad de trabajar a bordo de una lujosa embarcación.
Aphrodite cuenta, entre sus tripulantes, con Laurance, Miguel, Nahir y yo. Invitados, dos: el dueño del barco y su flamante esposa, disfrutando de la luna de miel. Estamos en St. Barths, nuestra última parada en el tour de islas que empezó en Barbados. El día de playa invita a caminar. Voy por la orilla con el andar de quien pasa por ahí todos los días. p.43.
El libro relata esa particular visión de Hernán sobre su recorrido por un mundo que del tiene mucho que descubrir.
La vida del tripulante es alucinante, mágica, increíble, soñada, maravillosa, extraordinaria, la lista de adjetivos no se termina nunca. Solo hay que pagar la multa de no permitir enamorarse.p.22
El publicista no solo siente fascinación por su experiencia en altamar, además siente una atracción por los bancos. Hernán los recorre y les toma fotos.
Hola, me llamo Hernán y no puedo dejar de sacarles fotos a los bancos y sus paisajes. Si voy caminando, o en bici, o en colectivo, y veo un banco que me gusta; paro o freno o me bajo y le saco una foto.p.62
A la final, en este libro, hay nostalgia por los buenos momentos vividos, tristeza por un barco con el que Hernán recorrió más de treinta países, ganó ochenta nuevos amigos y según sus palabras, sacó 2300 fotos de lugares e historias increíbles.
Las posibilidades de recibir afecto de parte de otros navegantes es inversamente proporcional al tamaño del barco y al número de tripulantes que este lleva a bordo. El Shamrock mide seis metros y navega en solitario. En cada puerto, desde otros barcos me invitan a comer más veces de las que el organismo es capaz de digerir. p.71
Siempre fui un soñador. Como John Lennon, pero más bajito. De chiquito, mi sueño era andar en bicicleta sin rueditas. Nunca fui muy pretencioso. Hasta que un día pateé el tablero y me busqué un sueño de esos que aparecen una vez en la vida, como la Parca. Soñé con salir navegando en mi velero y recorrer cada playita que se me cruce. p.147
El Shamrock antes era un velero, después fue un perro, mañana será un árbol o una locomotora. Un pájaro ya sabemos que no. p.156
Hernán Prado no es escritor. Pero un día soñó con escribir un libro para plasmar su travesía en solitario por el mundo y lo logró.
Hernán Prado: nunca dejen de soñar
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