Reseña de “Felices traumas infantiles” de Manuel Noya García

Una infancia feliz no tiene precio, esta es la idea que prevalece en los relatos de Felices traumas infantiles (2022) del escritor español Manuel Noya García (Santiago de Compostela, 1942) de la Editorial Círculo Rojo.

El autor nos presenta un divertido libro autobiográfico que narra las anécdotas que marcaron su infancia.

Todo ello desde la inocencia propia de una época en la que no existían avances tecnológicos como los actuales, ni televisión, ni videojuegos y mucho menos, teléfonos móviles.

Felices traumas infantiles es el retrato de una época y un lugar concreto, en este caso su propia ciudad natal, Santiago de Compostela en los años 50.

Noya García retrata el ambiente social, educativo y también político a través de los ojos inocentes del niño que fue.

Sin duda, narra una infancia llena de aventuras, en la que salir a la calle, representaba una experiencia de descubrimiento, de conocimiento y de aprendizaje.

Treinta y tres relatos cortos escritos en primera persona con abundantes descripciones y detalles minuciosos que son un ejercicio de fértil imaginación.

Desde sus más profundos recuerdos, el propio escritor tiene un fin loable al dejar por escrito estas historias para dedicárselas a su hija.

Son cuentos cortos con un toque especial, que dejarán una sonrisa a quienes se acerquen a sus páginas.

Un estilo ágil, ameno, con una prosa inteligente y hábil.

Este, puede ser un libro que cualquier padre le puede leer a su niño o un excelente obsequio en un cumpleaños. Es un texto para la familia.

Travesuras, vivencias, descubrimientos, pequeñas historias con su propio encanto, propio de una infancia feliz.

Decidimos que el más valiente sería el que se atreviese a tocar la culata de la pistola, acercándose por detrás, al primer oficial que pasase por la calle.” (pág.14)

A Manuel niño, le enseñaron modales, le dieron libertad para conocer, inventar juegos, participar en tradiciones, conocer la ciudad y sus personajes desde sus ojos inocentes.

Los niños de la calle vivíamos muy felices, siempre contentos y alternando estudio con juegos colectivos”, dice el autor sobre su infancia.

Se dice a sí mismo niño de la calle porque gran parte de su vida transcurrió en las calles de Santiago de Compostela.

En los colegios el recreo consistía en salir al exterior durante media hora, correteando por los alrededores, independientemente del sol o de la lluvia, jugando a lanzar bolas de colores al guá, como se llamaba el hoyo, en anticipo del golf de los tiempos modernos, o saltando a la panda (la primera sin chiscar en ella, la segunda pumba, etc.)” (pág.38)

De forma muy original, descubre qué es la mentira. Pero también aprende a fabricar una cometa con minuciosidad para lograr resistencia y ligereza al mismo tiempo.

En las ocasiones exitosas, ¡qué bonito ver en lo alto, al límite de la longitud del cordel, el balanceo majestuoso de la cometa!” (pág.43)

Y uno de los relatos cuenta la tradición del Ratón Pérez, que ha perdurado hasta la actualidad.

En el caso de que el niño o la niña hayan colocado un diente de leche recién sustituido por el definitivo, es muy probable que encuentren calderilla en abundancia, un puñadito de monedas que todas juntas llegan casi a la peseta.” (pág.20)

Y no podían faltar los juguetes de moda y la espera de los regalos el Día de Reyes.

Los niños nos dividíamos entre los partidarios de Melchor y los de Gaspar, y nadie declaraba que su favorito fuese el subsahariano (palabra que tendría que esperar muchos años para tener significado)” (pág.55)

Sin embargo, más allá de la inocencia, está una dura realidad contextual que aborda el autor.

Por aquella época España convalecía de la guerra. El ambiente general era triste, las familias conocían el fin de mes, los inviernos largos y fríos, el coche un sueño imposible, bastantes trabajos se pasaban para disponer de zapatos aceptables, ya que muchos parecían más de cartón que de cuero…”   (pág.28)

Manuel, educado en el catolicismo, es partícipe de las celebraciones religiosas de su ciudad.

La religión tenía un papel muy importante en la vida diaria de los niños. Al despertar era imprescindible que la primera acción fuese persignarse. Lo mismo al poner el primer pie en la calle.” (pág.45)

Un relato es particularmente significativo porque explica el origen de su interés por los libros y fue gracias a lo que vio en su casa.

Una gran Biblia en tres volúmenes muy lujosos, casi de medio metro cada uno, con los grabados de Gustavo Doré; un ejemplar, también de tamaño considerable, con excelente papel, lleno de dibujos preciosos: La Ilíada. Y un Quijote, editado por Calleja, también con profusas ilustraciones de Doré, a plumilla, minuciosas y perfeccionistas.” (pág.15)

Describe con picardía y simpatía los personajes característicos que conoció y sus vivencias en paseos, excursiones, en relatos que abordan las cosas más simples de la vida, esas que hacen feliz a un niño.

Manuel Noya García lo define con estas palabras: “Los niños caminamos con ímpetu renovado, la fatiga deja paso a la curiosidad.”

Héteme aquí que un día un grupo de chiquillos de mi estamento aprovechamos alguna de las numerosas fiestas conmemorativas del calendario escolar (podría ser el día de Hispanidad, o del Estudiante Caído, o del Caudillo, o de la Victoria, o del Patrono de algo, o del Dos de Mayo, o el 18 de julio, etc.) para alejarnos de nuestro hábitat en busca de aventuras.” (pág.8)

Sin duda, Felices traumas infantiles es un libro que vale la pena leer. Sus páginas te dejarán una agradable sensación de la nostalgia que hace reflexionar en la propia niñez.

En la infancia el tiempo es muy largo, y se mide por temporadas: es la época del trompo, la época de las castañas, la época de los helados, la época de las frutas, la época de las vacaciones, los carnavales, los Reyes, San Juan.” (pág.63)

El autor lo expresa bien en esta frase: “En la infancia todo lo que ocurre son novedades.”

Y para finalizar, pregunta que afloran tras la lectura:

¿Cómo fue tu infancia?


Felices traumas infantiles

Editorial: Círculo Rojo

Colección: historia novela relato

Páginas: 188


Manuel Noya GarcíaManuel Noya García

Santiago de Compostela, 1942. Catedrático de Medicina Interna y de Neurología, académico de Medicina y autor de numerosos artículos y libros de su especialidad.

Como escritor de ficción ha publicado: Nuevos crímenes ejemplares y castigo de tontos egregios (en homenaje a Max Aub), Estampas hospitalarias y Sol menguante, luna creciente (novela pseudohistórica).

En 1994 se representó su pieza de teatro El sueño de Hollywood. Es colaborador de periódicos bajo pseudónimo. Círculo Rojo edita también su Viaje imaginario al Asia Central y Felices traumas infantiles


Reseña “Viaje imaginario a Asia Central” de Manuel Noya García

¿Qué recuerdos tienes de esa etapa de tu vida?

Patricia Chung

@patriciach88

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