Reseña de “Se llamaba Ignacio”, de Pedro Castro Amaré

El periodista venezolano Pedro Castro Amaré, con más de 20 años de experiencia en radio y televisión, ha decidido escribir su ópera prima. Se llamaba Ignacio es un libro que está enraizado con Venezuela.
La vida de su protagonista Ignacio va en paralelo con hechos históricos contemporáneos. El auge y caída de Ignacio, tiene relación con el destino socio-político del país.
Aunque la historia es ficticia se desarrolla en Caracas, según dice el propio autor, muchos de los hechos y personajes, son reales.
El comienzo de la novela augura un drama que despierta interés.
Visualiza su libertad el carro que se pone en movimiento. Ve en la ventanilla trasera la imagen de una niña que lo observa. El hombre se queda sin aliento. La niña estalla en un llanto histérico y la imagen se derrite”. (pág.4)
Se llamaba Ignacio consta de dieciocho capítulos. El autor sitúa la primera parte de la novela a partir del 27 de noviembre de 1998. Un año electoral y decisivo para Venezuela.
El protagonista es Ignacio, un exitoso ejecutivo de una agencia de publicidad llamada AWT ubicada en el Cubo Negro. Él es reconocido por haber conseguido una importante cartera de clientes.
Sin embargo, su éxito profesional, es diametralmente opuesto a su personalidad. A lo largo de la novela se revela como mentiroso, machista, manipulador, infiel misógino y vicioso.
Ignacio, como si realizara una operación aritmética improvisada, repite para sus adentros un mantra importante de su vida:
Ama poco… promete mucho… finge siempre… y, sobre todo, nunca le digas la verdad a una mujer»”. (pág.23)
Ignacio mantiene un flirt con Cristina, una joven de su oficina, a pesar de estar casado con Gaby y tener una niña llamada Fernanda.
Cristina está frente a la puerta de la habitación. Le parece que fue ayer cuando creyó que el niño bonito de la publicidad se podía enamorar de verdad de una muchacha como ella, que vive en un barrio. Se dice que no le puede dar largas a este asunto”. (pág.93)
El alcohol tiene presencia constante en la vida de Ignacio desde su niñez.
El tercer trago es tan prolongado que Nelson y Eduardo le tienen que quitar la botella de las manos. Regresan a la sala de fiesta para picar la torta. Ignacio camina sobre lo que imagina es una línea recta trazada en el suelo. La realidad es que baila guaracha con cada paso que da”. (pág.40)
Lo usa para tranquilizarse y es ya, una costumbre en su cotidianidad. Como cada vez lo controla menos, sus acciones dejarán mucho que desear.
Sin detenerse a pensar en que era la mejor amiga de su esposa, madrina de su hija y mujer de su compadre, le apretó las nalgas como se palpa una fruta madura en un anaquel de supermercado”. (pág.100)
En 1998, Venezuela es un país próspero, con bonanza económica, mucha vida nocturna, viajes a Disney World, comodidades y lujos. El negocio publicitario está en auge.
Castro Amaré narra en paralelo cómo va ocurriendo el declive de Ignacio, quien, con sus acciones irresponsables, va perdiendo su familia, sus amigos y su trabajo. Todos sus personajes son tan reales con sus defectos y miserias.
Al fondo de la sala, sentada en el sofá de rattan con Rommel a sus pies, Gaby fija su mirada en ellos. Tal vez, es la semioscuridad que los envuelve, pero le da miedo ver el rostro de su marido. Parece deformado, con una sonrisa incrustada en una boca ajena”. (pág.90)
Ignacio aún no cumple treinta años pero al despertar siente que su organismo es el de un hombre cansado y maltratado por los rigores de la vida”. (pág.52)
Para Ignacio, las huellas del pasado, no se han borrado. Tiene problemas con su tío Enrique. Aún recuerda cómo en la tragedia de Tacoa, falleció su padre, llamado Santiago, quien acude a cubrir la noticia ante la irresponsable ausencia de su cuñado. Enrique quien se encontraba de guardia ese día y le hubiese tocado el destino fatal.
Ignacio imagina cómo sería estampar el rostro de su tío contra la pared de piedra de la tasca hasta reventarle el cráneo. Se cubre la cara con ambas manos. Una sensación de acidez le sube por la garganta”. (pág.30)
El autor, de forma inteligente, recuerda hechos históricos relevantes como las elecciones presidenciales de 1998, la tragedia de Tacoa en diciembre de 1982, el Viernes Negro y los Juegos Panamericanos de 1983, la inauguración del Poliedro de Caracas en 1974, el deslave de Vargas de 1999.
El lector de Se llamaba Ignacio percibirá un toque se nostalgia en la narrativa de la contemporaneidad en el país. Caracas es una ciudad de contrastes, de riqueza y de pobreza.
El autor no es un testigo, él plantea en reiteradas oportunidades una crítica ácida ante la situación del país y sus protagonistas.
Y la constitución se aprobó. Poco importó que la asistencia electoral fuera caricaturesca. Desde una órbita cercana a Venezuela, se venía fraguando con esmero la creación de la patria nueva, a imagen y semejanza del «mar de la felicidad», como el hombre de la boina roja llamaba a la mayor de las Antillas”. (pág.86)
Stalin, Hitler, Pol Pot, Duvalier, Fidel, Videla, Hussein, Pinochet, Gaddafi, Idi Amin Dada y tantos otros, sirven de ejemplo al más reciente miembro del club, Hugo Chávez. Carniceros, sátrapas, bandidos, vagabundos. Los calificativos nunca serán suficientes”. (pág.123-124)
Castro Amaré tiene la rigurosidad del periodista a la hora de incorporar hechos. Su prosa es ágil al igual que sus descripciones. El lector tiene en sus manos una lectura valiosa que, deja sin duda, enseñanzas sobre la importancia de la familia y el daño que hacen los vicios.
Ignacio se pone de pie, no por fuerza y ganas, sino por vergüenza. Él es el único culpable. Le entregó la llave de su existencia a la botella y en el camino se convirtió en torturador y verdugo de su propia vida”. (pág.121)
Ignacio, ya no es ni la sombra de su pasado y las consecuencias serán terribles.
Ignacio. Un anticristo hecho a escala familiar. Capaz de maltratar, abusar y torturar a su propia familia. A su sangre. A su descendencia. A sus amores a quienes les hace padecer horrores”. (pág.116)
Y ahí estaba de nuevo. Más mentiras. Más engaños. Más inventos. Verdaderas zoquetadas, porque, al final del día, es imposible esconder la realidad”. (pág.106)
Se llamaba Ignacio
Editorial: Letra Minúscula
Colección: ficción contemporánea
Número de páginas: 200
Pedro Castro Amaré @CastroAmare
Pedro Castro Amaré es un periodista venezolano quien se desempeñó por más de veinte años en radio y televisión como presentador y reportero de deportes en medios como Meridiano TV en su natal Venezuela, y posteriormente en la cadena estadounidense, Telemundo.
Se llamaba Ignacio es una novela de equivocaciones, tristezas y sueños rotos. En sus líneas, presenciamos el combate sin tregua de su protagonista con la derrota acechando en cada trago.
Decidí escribir este libro, primero para hacer una analogía entre la caída al infierno de un hombre por culpa de la bebida, y la caída al infierno de un país, en este caso por una revolución, pero de manera muy especial, escribí este libro para retratar la miseria del alcoholismo”.
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