Reseña “La madre de Frankenstein” de Almudena Grandes

La madre de Frankenstein la más reciente novela de Almudena Grandes es fascinante, tal vez porque es ficción basada en hechos reales y profundamente conmovedores.
Según ella misma lo escribe al final del libro, refleja todo el contexto de la España franquista, la que tuvo que enfrentar el joven psiquiatra Germán Velásquez en 1954 cuando decide regresar a su patria. Los prejuicios, las prohibiciones, las persecuciones, la situación de los enfermos mentales.
La madre de Frankenstein
El profesional había estado estudiando y trabajando en Suiza. Huyó de España muy joven por decisión de su padre quien luego sería víctima de la represión por sus ideas. Luego de 15 años, Germán decide aceptar la oferta de trabajar en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos, al sur de Madrid. Allí se reencuentra con la parricida más famosa de España, Aurora Rodríguez Carballeira. Una mujer paranoica que asesinó a su hija y pagaba condena en ese centro de salud. Lo curioso es que Germán ya la conocía porque en su niñez, Aurora y su abogado visitaron a su padre, psiquiatra también para confesarle su crimen y pedir su apoyo en el diagnóstico médico.
Empezó por el principio, no les llames locos porque son enfermos. Aunque puedan impulsarles a cometer crímenes tan horribles como este, las enfermedades mentales son dolencias físicas, igual que las del cuerpo. Pero las del cuerpo se pueden curar, objeté, y en cambio, a los locos, o sea, a los enfermos de la cabeza…Esos no se curan. O sí, replicó él, yo espero que algún día podamos curarlos (pág.37)
Esta asesina paranoica existió en la vida real, los rasgos de su personalidad y detalles de su vida son reflejados en la novela. Su continua obsesión con las conspiraciones y el deseo de crear una raza superior, la atormentaban. Culta, inteligente, virtuosa del piano, logra envolver al lector con su mundo tan particular.
La historia tiene un personaje llamado María Castejón, auxiliar de enfermería, huérfana, pobre, nieta del jardinero del manicomio, quien tiene un cariño especial por Aurora ya que desde pequeña le enseñó a leer y le habló sobre el mundo que ella no conocía. Se crió entre ancianos y locas.
Ambos, tenían en común la pérdida de sus padres en manos de Franco. Para mí, doña Aurora era muy importante, su habitación, el lugar más maravilloso del mundo, la única puerta por la que podía salir del manicomio, ¿comprende?, y me daba cuenta de que estaba perdiendo todo eso, así que habría dado cualquier cosa a cambio de que ella volviera a ser como antes, y por eso me alegré tanto cuando me contó que había apartado unas telas para hacerme un regalo (pág.91)
En un cumpleaños, Aurora le obsequia una muñeca de trapo, pero no cualquier muñeca, una que ofende a sus abuelos porque tiene senos y vello púbico dibujado. En el mundo particular de la parricida, los muñecos son su compañía más cercana. Ella tiene la firme creencia de que van a vivir, tal y como la historia del Dr. Víctor Frankenstein y su monstruosa creación. De ahí el título de la obra.
El personaje de Aurora fascina, conmueve y motiva a Germán y a María. Entre ambos surge un sentimiento amoroso que se cocina con lentitud. La Madre de Frankenstein está narrada en primera persona en las voces de Germán, de María y de Aurora. Quien lee va conociendo sus secretos más profundos, lo que esconden, lo que sienten, las manchas de su pasado.
María y yo éramos las dos únicas personas de Ciempozuelos que le teníamos cariño a Aurora Rodríguez Carballeira y aún más. Éramos las únicas que la aguantábamos en una comunidad donde tenía una mala fama, de asesina, de egoísta, de altiva, de soberbia, que se había ganado a pulso. (pág.262)
Germán y María quieren darse una oportunidad, pero viven en un país humillado, donde los pecados son delitos, y el velo del puritanismo, la falsa moral oficial, encubre todo tipo de abusos y atropellos. Una mujer como María es señalada públicamente tras haber tenido un romance con un médico que la abandona. Los prejuicios de esa época decían que ella era una prostituta y que no tenía derecho a rehacer su vida a menos que un hombre decidiera “cargar con ella”.
La Madre de Frankenstein es una novela sobre la identidad. Quién eres realmente, qué te une o te separa de tu patria, que te conecta con el pasado y cuál debería ser el destino que mereces. De eso se trata, Germán Velásquez inicia un camino de incertidumbre dentro de la psiquiatría en la época franquista pero sin dejar de lado sus propias creencias, su lealtad, su amor, su compromiso médico y su deseo de hacer el bien sin apartarse de lo que considera correcto. Sin embargo su carácter, un tanto pasivo hacia las mujeres le depara relaciones sin futuro, en las que se deja llevar por las circunstancias, quizá porque, nunca encontrará el amor verdadero.
—España es mi país, padre Armenteros —a cambio, sonreí yo también—, por mucho que le joda. Ya sé que le habría gustado que los suyos acabaran con todos los españoles como yo, pero no pudieron, y no fue porque no lo intentaran, desde luego. Así que España es tan mía como suya, aunque no le guste. Usted no es más español que yo. Y no tiene ningún derecho a opinar sobre si mi país me conviene o no. Eso lo decidiré yo, si no le importa. (pág.443)
La escritora toma como punto de partida la historia clínica número 6.966 de Ciempozuelos, expediente de Aurora Rodríguez Carballeira. Eso le dio luces sobre la asfixiante moral nacional católica, sobre la vida privada de las internas de los manicomios, y por ende, de las mujeres que vivieron en la España de posguerra. En la dictadura franquista ocurría el robo de niños recién nacidos, arrancando a los bebés de los vientres de las presas políticas, y en este caso, de una mujer enferma mental.
Almudena recuerda a esas mujeres españolas que vivieron sometidas y debido a la alianza entre el Estado y la Iglesia católica se desató sobre ellas una represión íntima, mientras trabajaban como mulas a cambio de salarios de hambre y sin derechos de ninguna clase, que las indujo a avergonzarse de su propio, cuerpo hasta el punto de convertir la manga corta en un pecado.
A la final, el Dr. Germán reflexiona, una de las moralejas más importantes de La madre de Frankenstein: A la gente se le olvida que los enfermos mentales son personas, que necesitan dar cariño, y recibirlo, tener amigos, hablar de sus cosas. Piensan en ellos como si no fueran humanos porque así todo es más fácil, que existan los manicomios, que haya internos encerrados de por vida, que los atemos, y los encerremos, y les demos descargas eléctricas, y los metamos en bañeras llenas de hielo…
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