Rodolfo Izaguirre: el honor y la dignidad están perdidos

Es ensayista, crítico cinematográfico y “papá de Boris”. Rodolfo Izaguirre, genio y figura… es preciso, va directo al grano. En entrevista a Qué Leer nos habla de sus libros Obligaciones de la Memoria y En el tiempo de mi propia vida, también se refiere a sus tres hijos, sus helechos, lo que lee, las películas que más le gustan y sus sencillos placeres de la vida.
Rodolfo Izaguirre no quiere ser considerado “esencial”. Es simplemente Rodolfo y así le gusta que lo llamen. Como es un hombre de cine dice que no se irá de Venezuela “hasta que la película acabe”.
¿Estás de acuerdo con que se te considere un “venezolano esencial”?
¡Desde luego que no! Me llamo Rodolfo y así quiero ser llamado. Mi trabajo ha consistido en hacer que mis compatriotas vean buen cine y creo haberlo logrado, aunque no estoy muy seguro. Mi ego puede tener cincuenta centímetros de estatura, pequeño si consideramos las magnitudes de algunos egos que conozco. También hago esfuerzos para mantenerlo a raya. En una ocasión, Daniel Sarcos animador del Miss Venezuela le dijo a mi hijo Boris, invitado al Programa: “¡Boris, tus padres son unos baluartes culturales!”. Yo estaba viendo el Programa en mi casa y , recordando que Sarcos es maracucho, dije para mí: “¡Vergación! Más baluarte será tu madre!”
¿Cuál sería el mejor homenaje que te pudieran hacer?
Darme en vida una placa grande; luego, que me dejen en paz y no me hagan más preguntas.
Tú que integraste grupos como Sardio y El Techo de la Ballena. ¿Consideras que en la actualidad existe algún movimiento cultural que puedas resaltar?
Si existe alguno, las catastróficas circunstancias que agobian a los venezolanos lo obligarían a moverse en la oscuridad. Creo que el miedo se ha apoderado de nosotros; sin embargo, no nos rendimos y seguimos creyendo con vigor y entereza que el país volverá a ser.
¿Cuáles son los valores esenciales que debe tener un ciudadano en este siglo XXI?
El honor y la dignidad no solo son esenciales sino que andan perdidos y maltrechos entre las breñas del socialismo bolivariano y deben ser rescatados.
Si pudieras definir a cada uno de tus tres hijos, Boris, Valentina y Rhazil como personajes de un libro, con cuáles los compararías?
Boris figuraría en rol protagónico en todo libro que se sostenga en la belleza y las delicias de vivir. Más que un ser literario, sería la magdalena de Marcel Proust. Valentina, en cambio, figuraría en la novela más dinámica de la literatura norteamericana y Rhazil estaría tratando inútilmente de escapar de las redes que le estaría tendiendo algún escritor inglés del siglo pasado.
Según lo que escribes en Obligaciones de la Memoria, te consideras un sobreviviente?
Todos somos sobrevivientes en este país petrolero y tercermundista que niega y maltrata a la belleza y a la sensibilidad.
De la adolescencia, de la política, de las enfermedades, de las dictaduras…. Coméntanos.
Nací en 1931. Tenía apenas cuatro años de edad cuando muere Juan Vicente Gómez. No puedo decir que padecí el rigor de su mano férrea y enguantada, pero mis hermanos mayores sí. Sobreviví a las enfermedades de la niñez porque el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social lo creó Eleazar López Contreras, sucesor de Gómez. Presencié a esa edad mi primer contacto con la violencia política (los saqueos a las casas gomecistas): una violencia que me va a acompañar durante toda mi vida venezolana. Luego sobreviví a mi adolescencia. La de un muchacho alelado, pajúo, peleado con la noviecita y arrastrando química para setiembre. En mis años juveniles, padecí la dictadura de un fascista ordinario llamado Marcos Pérez Jiménez y en la edad senil, el régimen de oprobio militar bolivariano.
Presentaste el libro En el tiempo de mi propia vida, ¿De qué tratan esas crónicas. ¿Cuál es tu preferida?
Es una selección que hizo Valentina en Los Ángeles de los artículos que publico en El Nacional de Caracas. Tratan de personajes, hechos, situaciones de la vida política y algunas sobre mis propias circunstancias. Tratan sobre el sol y la luna, sobre enigmas, abismos, laberintos. El primer laberinto en la mitología griega se diseñó para encerrar en él a los demonios para que se entredevoraran. Hoy, el país venezolano y sus mandatarios están encerrados en un laberinto del que no saben cómo salir y han comenzado a despedazarse.
¡Todas son preferidas. En particular las que rozan al sol, a la luna y a Belén.
Te gustan los helechos, también te gusta cocinar. ¿Cómo es Rodolfo en la tranquilidad de su hogar? ¿Qué te gusta hacer? ¿Cuál es tu rutina?
Los helechos son muy antiguos. Sin embargo, conforman la imagen vegetal del país que soy. ¡Por eso no me he ido! ¡No puedo abandonarlos!
Me gusta y sé cocinar. Me gusta cuidar mi jardín. En lugar de tomar tranquilizantes, riego las plantas y las veo crecer. Me gusta ver pasar las nubes, determinar cuándo el pájaro camba el rumbo de su vuelo. Ver caer una hoja. Hay que ser muy viejo para disfrutar semejantes deleites.
¿Cuál es tu filosofía de vida? ¿Qué te preocupa realmente? ¿Qué no te tomas tan en serio?
Lo único que considero sagrado es la vida que navega en mí y en los otros. Incluso en la del malandro que me va a matar para robarme los zapatos. ¡Lo que pasa es que él no sabe que su vida es sagrada!
Mis preocupaciones metafísicas: la existencia de Dios, el enigma de las pirámides, las líneas de Nazca, ¿qué vine a hacer en este mundo? ¡quedaron atrás!, Cercano como estoy de los noventa años, mi única preocupación es… ¡no caerme! y desde hace largos años trato de no tomarme en serio.
¿Cuál es el secreto de tu mente siempre lúcida y activa, tan clara con la realidad que vivimos en Venezuela?
No lo sé. Seguramente por vivir una vida en armonía conmigo mismo, por mantener vivo el humor y ser capaz de burlarme de mi propia persona.
Alguna opinión sobre el cine que se realiza en el país actualmente.
El cine venezolano tropieza con un país que padece una hiperinflación desorbitada. Es decir, está en coma y no se sabe cuándo emergerá a la vida. Hemos llevado mucho palo pero los cineastas han aprendido la lección y conocen las nuevas tecnologías.
Lamentablemente, el narcoestado bolivariano conspira contra ellos. Pese a todo, hay notables películas Pelo Malo; Hermano; Dauna, lo que se llevó el río.
¿Cuáles películas venezolanas son imprescindibles? Nombra tres.
El pez que fuma, 1977, de Román Chalbaud; País portátil, 1978, de Ivan Feo y Antonio Llerandi; Dauna, lo que se llevó el río, 2015, de Mario Crespo.
¿Cuál libro marcó tu niñez?
El libro Mantilla. Me enseñó a leer.
¿Cuántos libros tienes en tu biblioteca?
¡Tengo muchos!
¿Qué lees actualmente?
No soy lector sino relector. Desde luego, leo autores modernos, pero me complazco en leer a los clásicos. Tengo la edad para hacerlo.
¿Aún prefieres leer en papel o te gusta leer en digital?
No me acostumbro a leer en digital, pero tengo que obligarme. Añoro el olor del papel y de la imprenta.
¿Al venezolano le gusta leer?
Creo que lee poco. En todo caso, los jóvenes no leen libros. Aprenden viendo, pero carecen de lenguaje para expresarse.
¿Por qué no te has ido de Venezuela?
Soy hombre de cine. No puedo abandonar la sala antes de que termine la película.. Además, ¡tengo que cuidar a mis helechos!
Dinos una frase que se identifique contigo.
No es una frase. Es una palabra: Abrir.
Ante la palabra: Futuro. ¿Qué es lo primero que se te viene a la mente?
Una plaza caraqueña llena de gente celebrando la aventura de vivir.
Rodolfo Izaguirre
Nace en Caracas el 09 de enero de 1931. Es escritor, periodista y crítico de cine. Cree ser buena persona .Durante más de veinte años fue director de la Cinemateca Nacional. Escribe crónicas en El Nacional de Caracas. Una selección de esas crónicas se convirtió en el libro En el último tiempo de mi vida editado por su hija Valentina en Los Ángeles para Amazone. Un libro similar titulado Obligaciones de la memoria fue editado por Federico Prieto para Fundavag ediciones. Ha publicado la novela Alacranes, 1968, reeditada en 2017 por Bruguera. Otros libros suyos son Historia sentimental del cine americano; El cine, belleza de lo imposible. Es colaborado permanente de la Revista Desafío de la Historia.
Al casarse con la bailarina Belén Lobo comenzó a perder su identidad porque en el medio de la danza donde Belén era muy conocida pasó a llamarse el Señor Lobo. Luego, al nacer su hijo Boris y hacerse famoso perdió definitivamente la identidad y pasó a ser “el papá de Boris”. En la hora actual se le ve desorientado caminando sin rumbo por la urbanización Santa Eduvigis donde vive, buscando sin encontrarlas la identidad del país y la suya propia. Espera que en la redacción de leer en libros pueda encontrar las identidades perdidas.
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